En el tejado

F.J. Cantador

fcantador@eldiadecordoba.com

¡Qué grande eres, pequeño!

Los Reyes Magos me trajeron este año algo que no me esperaba, uno de los mejores regalos con el que me podían obsequiar, conocer la historia del pequeño malagueño Adrián Martín. Que digo pequeño, grande, muy grande. Adrián no es un niño cualquiera. Adrián es especial, todo un ejemplo de superación y de amor por la vida, y lo que es más importante, por las pequeñas cosas que tiene la vida. Adrián es tan especial que todas sus acciones con el prójimo destilan amor, un amor puro que le sale del alma para abrazar como si lo hiciera con el corazón a todo aquel por quien le brota algún sentimiento. Hasta la Noche de Reyes -en la que me topé con un programa especial que le dedicó Tele 5- no supe nada de su historia. Desconocía que es un luchador de tan sólo 11 años al que una malformación congénita en las manos y una hidrocefalia no le han impedido cumplir su gran sueño, el de ser cantante. Ese espíritu de superación le ha llevado a publicar su primer disco y a enamorar con su arte y, sobre todo, con su forma de ser a miles y miles de personas. Ese arte le ha hecho conseguir estar nominado a los Grammys Latinos en la categoría de mejor álbum vocal pop tradicional por sutrabajo Lleno de vida, un título que no podía haber estado mejor escogido.

Porque Adrián está muy lleno de vida. A Adrián, su lucha contra la adversidad lo ha hecho madurar dentro de sus limitaciones. Sigue siendo un niño, sí, pero ya les gustaría a muchos niños afrontar la vida con la ilusión y el tesón que tiene este pequeño gran hombre a la hora de perseguir un sueño hasta acabar alcanzándolo, y seguir sin querer pararse ahí. Mientras Adrián vive y disfruta su vida a su manera, que diría Frank Sinatra, las personillas de su edad y algo más grandes andan enfrascados como autómatas en esa religión infantil del siglo XXI que predica que hay que alienarse dándole a los botones del vídeo juego de turno o aprendiendo a manejar el móvil mejor que tus padres. Y lo que es peor, esa religión también la practican muchos adolescentes, hombrecitos y mujercitas mayores que Adrián que desde muy jóvenes empiezan a perderse en desidias por todo, de las que difícilmente podrán salir en años. Supongo que al malagueño, como niño que es, también le gustará jugar, pero su vida es mucho más.

Adrián me recuerda cuando canta en sus movimientos y gestos al grandísimo Stevie Wonder. Como él, convierte en sentimiento cada una de las notas que salen de su boca. Hasta en eso es especial. Cuando llegó al número 1 con ese su primer disco escribió en su muro de Facebook que "la música no sólo me ha dado la vida, sino que también me la ha cambiado...la mía y la de mi familia". Y yo le digo: ¡Qué grande eres, pequeño!

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