Felipe de Estado

24 de noviembre 2025 - 03:07

Hay voces que no envejecen, se ensanchan. Felipe González habló y por un rato volvió la política. No la de marca y frentismo, sino la otra, la que respiraba democracia antes que partido y país antes que poder. Recibió el Toisón de Oro y el auditorio pareció reconocer que lo llevaba puesto desde hace cuarenta años. Sin consigna ni subir el tono: gobernó el silencio como si aún fuera presidente, y eso, en España, ya casi parece ciencia ficción.

Le bastaron ocho minutos para recordarnos que gobernar no consiste en dividir ni en perpetuarse. Que el Estado no se improvisa en redes ni en pactos de circunvalación. Habló de convivencia, de respeto institucional, de fortalezas, de sentido colectivo, de país plural, de vocación europea, de la suma ideal de todos. Su discurso fue de una claridad incómoda. No buscó titulares; los aplastó. No hubo épica ni victimismo: la política, dijo sin decir, empieza donde termina el narcisismo.

No es nostalgia, es proporción. El contraste con el presente fue brutal. El socialismo democrático de Felipe era civilizador; el actual, secuestrado por Sánchez y con síndrome de Estocolmo, solo superviviente. Donde Felipe ponía país, ahora hay cálculo nada más; donde construyó puentes, ahora se subvencionan trincheras. Hasta el tono diferencia: González modula, Sánchez declama. Felipe construyó democracia y Sánchez Castejón la derrocha como si fuera una start-up fallida de Family, Friends & Fools (familia, ya saben; amigos, también; ¿tontos?, nosotros, parece).

Reivindico, espoleado por Felipe, la recuperación urgente de una España seria, con pudor político y sentido del tiempo, con líderes de verdad que jamás pidieron adhesión, sino confianza. Que anticipaban futuro. Que hacían que esto funcionase. Reivindico el poder transformador de la memoria, si, ¡ay, Felipe con Federico!, se recuerda hacia mañana.

El Toisón no coronó a un héroe, sino a una medida. Felipe González no habló para gustar, habló para recordar que solo el compromiso democrático construye país. Yo, que no soy Felipe, añado: el que no aporte, que se aparte. Ya, por favor.

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