La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

La felicidad de un pueblo sin ambición

El precio de dar por acabados los ERTE podría ser la ruptura de la convivencia urbana, el último gran valor que nos queda

Dice la Agrupación Unificada de la Guardia Civil que con el problema de los narcos en la provincia Cádiz se demuestra que está perdido el concepto de autoridad. Y habría que añadir que la violencia no está todo lo censurada que debiera, porque los narcos están enaltecidos, blanqueados y barnizados por un heroísmo de diseño en muchas producciones audiovisuales. El cóctel es terrible: un panorama de agresividad llevada al máximo y la denunciada ausencia de autoridad. Súmenle un Código Penal que permite entrar en chirona por una puerta y salir por la otra tras abonar dos o tres mil euros, pecata minuta cuando se ganan cantidades astronómicas por meter por el Estrecho cantidades de droga con destino a toda Europa. Marlaska no empezó mal en este asunto, de hecho el ministro del Interior cayó como un paracaidista en la lista electoral del PSOE por Cádiz, donde fue de número uno. Pero la violencia se ha recrudecido en estos meses. Se llevan por delante en una huida no sólo a agentes de los cuerpos y fuerzas de seguridad, sino a civiles. En poco tiempo podemos sufrir de nuevo cierta violencia callejera provocada por un aumento de esa delincuencia que los expertos llaman común. La crisis anterior supuso un rebrote de los tirones de bolsos, aquellos robos que siempre se relacionan con los años ochenta. No sabemos la España que conoceremos cuando acaben los ERTE, pero será mucho mejor que no finalicen estos expedientes salvavidas, como advierte el empresario Antonio Catalán. Viendo el panorama de la provincia de Cádiz, con escenas propias del rodaje de series de Netflix o Prime, más vale rezar para que la nación siga anestesiada y no darnos de bruces con una tasa real de paro inasumible al mismo tiempo que el mantenimiento del orden. Perdida la fortaleza como sociedad, con el mundo al ralentí por primera vez como nadie ha podido vivir antes, nos queda trabajar para que no se pierda la convivencia urbana, para que no se traslade a la calle el estado de crispación que se proyecta desde muchos platós, o la violencia que se difunde en los telediarios. Ayer mismo los narcos se llevaron por delante a un inocente motorista. Un pueblo sin ambiciones, conformista y sedado es, al menos, un pueblo tranquilo. Es la ventaja de los pobres de cartera y de espíritu. Si hay paguita vamos tirando. Tampoco vamos a pedir más. ¿Andaluces, levantaos? Depende de para qué. Hemos tenido que aplicar a los narcos el mismo plan que los terroristas de ETA. Y siguen haciendo de las suyas. Tras la pandemia, la violencia. Que no se rompan los ERTE, cuesten lo que cuesten. La otra factura puede ser mucho peor.

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