¿Cómo evitarlo?

A todos a quienes se les pregunta responden que era un hombre normal. Normal

Por qué asesinó al crío? Es la pregunta que se clava en las sienes de cada uno de los habitantes de todo un pueblo. Y puede que en las de usted, también ¿Cómo va a vivir esa joven madre a la que su ex marido ha arrojado a su hijo de siete años desde un precipicio de más de 300 metros de altura? Le ha enterrado en vida, es la respuesta que se cruza por las estrechas calles de Estella ¿Por qué no se mató él sólo? Es la cuestión desde la que se empieza a buscar un detonante que hubiese dado con la clave para haber evitado semejante salvajada ¿Cómo era él? A todos a quienes se les pregunta responden que era un hombre normal. Normal. Que trabaja como albañil, que disfrutaba haciendo escapadas a la Sierra de Urbasa, jugaba al fútbol con sus amigos, y que su hijo era la razón de su existencia. El crío era el dicharachero del pueblo de Igúzquiza a donde se había trasladado su padre a vivir tras la separación. Jugaba con la bici sobre el empedrado y llamaba a las puertas para bichear cómo iba el embotamiento de pimientos de una querida vecina. El asesino y suicida era pues un hombre normal. No tenía ni una denuncia ni por multa de tráfico, pero los vecinos de los dos pueblos sabían que llevaba muy mal la separación. Tan mal que su ex mujer hacia lo posible porque pudiera disfrutar de su hijo tantas veces como quisiera. Nunca puso denuncia por malos tratos. Pero el hombre normal que le dijo a su familia que estaba muy mal, que cogió la camioneta de trabajo, subió a la Sierra de Urbasa, dejó las llaves y las cazadoras dentro, se dirigió con paso determinado hacia el precipito, tomó en volandas a su hijo, lo aferró a su pecho y saltó al vacío pegándose a él y estrellándose en dos segundos contra las rocas del fondo del valle. Llevaba más de dos años diciendo que estaba mal. Que la casa vacía donde había sido feliz con su familia se le caía encima. Que iba a hacer algo algún día. Nunca aceptó acudir a una profesional como todo su entorno le insistía. Ese hombre normal, albañil simpático, que charlaba con total coloquialidad con la gente había intentado suicidarse, al menos, tres veces. Su propio hermano avisó a la Policía Foral, que pudo detenerlo en uno de los intentos ¿Cómo se podía haber evitado semejante crimen? Es la pregunta que torturará a su familia, amistades, vecinos y a la sociedad que ahora nos ocupamos de reflexionar ¿Cuál es el síntoma, el gesto, la frase, el clic, la llamada en la que un familiar detecte que realmente su hermano normal sería capaz de asesinar a su adorado hijo? Esa es la clave y el escalofriante temor: ¿Cómo detectar el peligro que evite el crimen?

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