
Su propio afán
Enrique García-Máiquez
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En tránsito
Hace pocos años, un falso Brad Pitt desplumó casi un millón de euros a una pobre mujer que se creyó sus promesas de amor. Y el año pasado, la Guardia Civil detuvo a cinco personas acusadas de haber robado 350.000 euros a dos mujeres usando también el método del falso Brad Pitt. Estas estafas son recurrentes, y lo único que cambia es la identidad falsa del supuesto galán enamorado. Hubo un caso muy sonado de dos falsos oficiales norteamericanos que desplumaron a varias mujeres solitarias haciéndoles creer que querían casarse con ellas. Yo tengo un cariño especial por estas mujeres vulnerables que se creen que Brad Pitt está perdidamente enamorado de ellas. ¿Quién no se ha dejado engañar alguna vez por amor?
Estas estafas tienen una vertiente política, y ahí es donde aparece nuestro falso Brad Pitt de la política, que no es otro que Pedro Sánchez Pérez-Castejón (¿cómo es posible que nadie reparase en la impostura flagrante de ese segundo apellido?). Y usando esa técnica del falso enamorado, que a veces nos seduce y a veces lloriquea haciéndose la víctima mientras nos reclama el dinero, nuestro hombre ha conseguido engañar durante siete años –y los que quedan– a muchos millones de españoles (¡y españolas!) con sus falsas promesas de amor. La especialidad de nuestro seductor era –y sigue siendo– la forma en que le guiñaba el ojito a la chica solitaria que se tomaba un refresco de naranja en un rincón del pub local. Con ese guiño, el falso enamorado hacía creer que era el mejor representante del progresismo, del feminismo y de la lucha contra la desigualdad... ¡Y la chica se lo creía!
Pero ese falso guiño tenía efectos mágicos. Hace un año, hasta Pedro Almodóvar confesó que se había echado a llorar al leer la carta en que Pedro Sánchez nos comunicaba que era un hombre profundamente enamorado sometido al “bombardeo del fango”. La carta –conviene volver a leerla ahora– era puro victimismo folletinesco. Cualquier estafador habría demostrado más talento al hacerse pasar por Brad Pitt. Pero Almodóvar se creyó la carta. Y millones de españoles (¡y españolas!) también se creyeron la trola de uno de los mayores impostores que ha habido en este desdichado país. Qué vergüenza, hermanos.
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