La ciudad y los días
Carlos Colón
Suspiros de Sánchez
LA celebración de la Semana Santa es producto de la evolución de los tiempos con el tamiz de lo popular. Esto hace que sea una fiesta compleja, con infinidad de matices y una alta componente didáctica, tanto para mayores como para pequeños.
Son los niños, sin lugar a dudas, quienes más se sorprenden ante una fiesta que les entra en el cuerpo por todos los sentidos. Así se demostró el Domingo de Ramos -jornada infantil por excelencia- y así se comprueba cada tarde, cuando subidos en hombros de sus padres, preguntan sobre todo lo soprendente que se ofrece ante sus expectantes ojos.
Ellos quieren ser como los mayores. Los que pueden salen de esclavina o vestidos de diminutos nazarenos; lo que no, engordan inútiles pelotas de cera multicolor que en la mayoría de los casos no llegarán al año que viene. Todos ellos se conforman con diminutos tambores a los que aporrear o doradas cornetas de plástico capaces de poner de los nervios al más pintados. Pero así es como se forja el cofrade del mañana.
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