Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
Charlé con mi amigo David, de Concepción, Chile. David, un tipo excepcional, no vino a quitar el trabajo a nadie, sino a hacer el suyo (con éxito, hay que decir, porque su empresa es un cañón). Sus sueños tienen poco que ver con la prosperidad o la seguridad económica, que también. David, junto a su mujer, quiere que sus nenas tengan más opciones y no porque Chile no las dé, que es un bellísimo país para el descubrimiento sin soberbias, sino porque somos buen puerto de salida para el resto de la Unión y eso abraza, sumando América, casi ochocientos millones de oportunidades. Normal.
Me decía David que está encantado aquí, también en Chile, pero que aquí está muy bien y que, viendo lo que tenemos, cómo afrontamos la vida y cuál es nuestro estándar, no comprende por qué nos maltratamos. David es reflexivo, jamás impone un criterio, así que, a continuación, añadía, claro, comparado con qué. Mi reflexión brota de la suya.
Tiene razón. Estamos muy estresados con tanta noticia sangrante, con poco respeto por nosotros mismos y mucho ombligo. Hemos perdido el foco. Cualquier cosa nos enerva. No faltan motivos, pero, en realidad, a pesar de los pesares, de los folios y las lechugas y los soles y las chistorras, del lenguaje arrabalero del Congreso, del postureo político, del ninguneo y el sablazo al autónomo, del precario asalariado (mera estadística), de la enésima mentira, de la ausencia de cortesía, de los taurinos y sus contrarios, de los cofrades y del revés. de las empresas de pacotilla envueltas en celofán vistoso de humo, de las opas torpes, de las sopas bobas, de ministros con cartera que no darían ni para bolsas rotas, del tipo del Cervantes cobrándose piezas y hasta del Planeta a Juan del Val (que, sin haber publicado, ya está vilipendiado), que no vemos que merecemos la pena.
Esto es circunstancial. Agua y jabón (mejor cuanto antes) y a seguir viviendo. Debajo de toda la capa de porquería intratable, pero muy por encima de quien la produce, hay un país genial. Y somos nosotros. Y David y los suyos. Gracias por recordármelo.
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