Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Rusófilos
La aldaba
El tipo que nos gobierna desde los laboratorios de márquetin de la Moncloa es un descarado sin precedentes. No tiene pudor. Es un desahogado sin palabra y sin moral política alguna. Hace lo que sea para quitarse de encima cualquier incómodo mochuelo. Que no había mascarillas en los mercados cuando ya eran necesarias, se le dice al comisario político y portavoz de la pandemia, doctor Simón, que dijera que no estaba claro si uso protegía de los contagios. Que tenemos a la sociedad encendida con los indultos a los delincuentes del separatismo catalán, pues no pasa nada, porque el druida Iván Redondo se inventa la poción mágica de quitar de pronto el uso obligatorio de las mascarillas. Este señor da miedo porque está clarísimo que toma las decisiones por su interés político personal, para sobrevivir, para seguir estando, para retener el poder cueste lo que cueste. Uno se quedó con la impresión de que hubiera hecho falta un mes más de estado de alarma. Pero el Gobierno tuvo claro que no. La medida hubiera requerido de una nueva negociación con el socio de Gobierno y con los poco recomendables socios de investidura, esa amalgama de nacionalistas, independentistas y filoetarras. Evidentemente, ni se planteó la posibilidad. Pedro Sánchez carece de credibilidad porque todas las medidas que toma persiguen el unico objetivo de asegurarse el sillón al precio que sea. Ayer lo vimos abucheado y maltratado en Barcelona. Mientras hablaba del paraíso celestial de la convivencia de Cataluña con el resto de España y blablabá, los indultados y sus secuaces no hacían más que ponerlo en un brete. Sánchez empezaría a generar cierta lástima y hasta misericordia si no fuera por la de veces que nos ha defraudado y tomado el pelo. Que si no podría dormir con ministros de Podemos, que si el virus estaba vencido, que si no habría indultos políticos ni injerencias en el poder político en el judicial... El márquetin lo soporta todo. Hablas con médicos y te dicen en privado que es una barbaridad retirar ya las mascarillas de los exteriores, porque ya sabemos cómo interpreta el personal este tipo de medidas. Miles de ciudadanos ya creyeron que el final del estado de alarma era el final de la pandemia. Esta medida está tomada para desviar los debates que lastran al Gobierno. Todos contamos con que los dirigentes son oportunistas y calculadores. Hemos visto desde el lanzamiento de cheques bebé desde la carroza del poder hasta el aumento de los permisos de paternidad. Pero quitarnos las mascarillas de pronto, cuando aún no hay inmunidad de rebaño, despide un tufo insoportable. No es nada serio.
También te puede interesar
Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Rusófilos
Su propio afán
Enrique García-Máiquez
La orden del día
La ciudad y los días
Carlos Colón
Con o sin poder legislativo
Cambio de sentido
Carmen Camacho
Cuñadismo
Lo último
Contenido ofrecido por Philip Morris Spain
Alternativas sin combustión ni humo, ¿qué sabes sobre la ciencia que hay detrás?
El Asilo Diplomático en América Latina
El parqué
Álvaro Romero
JORNADA DE REBOTE
La tribuna
Sencillamente insoportables