Las crisis sanitarias no se solucionan desde el estómago

26 de octubre 2025 - 03:08

El nerviosismo del Gobierno andaluz ante la crisis de los cribados es directamente proporcional al histrionismo con el que la oposición aborda un caso tan grave. Ni Antonio Sanz va a solventar el problema en dos días con grandes titulares y cifras, ni se le pueden pedir cuentas desde la descalificación y sin proponer soluciones. Como advierten los profesionales del cribado, la presión que padecen y la confrontación sólo sirven para dificultar la capacidad de respuesta y generar más alarma. Y todo ello, sin conciencia de cargo y desde un profundo desconocimiento de cómo funciona un programa de cribado. El consejero apenas ha tenido tiempo de conocer a fondo las carencias que afectan a los sanitarios, directivos, sindicatos, los conciertos y los proveedores... Fijo que se ha visto con todo el que ha podido, pero es imposible empaparse tan rápido sobre el terreno y saber lo que opinan los usuarios y sanitarios para obtener un diagnóstico certero de una administración de tal dimensión. Si la digitalización iba a ser el motor de Andalucía, ¿cómo es posible que fallen tanto los sistemas informáticos del SAS? Toca resetear la sanidad pública para adaptarla al siglo XXI, de la mano de los interlocutores más válidos. Y más valdría que no dimitan más jefes de servicio, que no es lo mismo que cesar a quien se considere oportuno.

El Gobierno andaluz ha encajado un duro golpe de pronóstico reservado que va a poner a prueba su capacidad de gestión después de unos años en los que apenas ha sufrido algún arañazo. Las costuras saltan a la vista por primera vez. Nunca se vio a Moreno alterado y Sanz debería olvidarse de las polémicas con Amama, por más que piense que le asisten motivos de peso. Las historias son infinitas y van mucho más allá. No ha de olvidar su condición actual ni la razón última que ha llevado a las mujeres a denunciar los casos. La mano tendida debería acercarles más pronto que tarde, aunque hoy acudan a San Telmo a manifestarse. Seguro que el consejero es consciente de que Moreno le ha otorgado tanta confianza, que cuando él habla es como si lo hiciera el presidente. Y por más que se sienta sometido al imperio de la rabiosa actualidad, marcado por las redes sociales, tanto él como Moreno harían bien en dosificar sus apariciones y medir sus palabras dejando que sea el partido el que responda cuando toque y, máxime, cuando no se sepa bien qué decir. Tampoco la oposición con los colmillos afilados va a convencernos de que el SAS tiene un plan secreto para manipular las historias de las pacientes y dejarlas a su suerte. Las verdades a medias van directas al estómago, no al cerebro.

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