La conferencia del neurólogo

Una muestra de que vivir no vale la pena es que nos vamos a dormir de buena gana y nos despertamos de mala gana

Hace poco asistí a media mañana a una conferencia que daba un joven neurólogo sobre las causas que provocaba la falta de sueño en los representantes de la tercera edad, en la que me encuentro. Explicó muy bien el tema y aludió un estudio que se había hecho en Estado Unidos en que estaba demostrado que no es bueno para el cerebro dormir entre horas. La charla resultaba interesantísima, pero a mí me tenía confundido porque yo soy un adicto de la llamada siesta del canónigo, aquella que era frecuente entre los eclesiásticos que echaban una cabezadita disimuladamente durante los rezos del mediodía. Por eso no me gustó mucho lo que aquel neurólogo explicaba. Yo pienso como Schopenhauer, que decía que una muestra de que vivir no vale la pena es que solemos ir a dormir de buena gana y nos despertamos de mala gana. Él se enorgullecía de dormir mucho y bien. Yo no duermo bien. Entre las veces que me despierta la próstata y las veces que me desvela un sueño desagradable, me suelo despertar a las cinco o las seis de la mañana. Los ojos se me ponen como platos y no hay manera de cerrarlos. Por eso se impone en mí una cabezadita de vez en cuando. No es un sueño profundo, es esa agradable duermevela en la que nos quedamos traspuestos. Como si me deslizara suavemente en las arenas movedizas de la inconsciencia. Me pasa también en muchas presentaciones y charlas a las que voy y el conferenciante resulta un peñazo. A Gabriel García Márquez lo llamaron para dar una conferencia cuando era periodista y aún no tenía fama. El tema era tedioso y vio como a mitad de la disertación había asistentes que se levantaban y se iban.

-Por favor, los que se vayan a ir, procuren hacerlo en silencio, es para no despertar a los que se han dormido.

Una señora me contó que su marido se acostaba muy tarde y se levantaba muy temprano porque quería vivir más y robarle horas al sueño. Le dije que eso estaba muy bien pensado. Pero ella me aclaró:

-Sí, pero es que luego se pasa todo el día dando cabezadas. No falla. Se queda sentado un momento y se duerme.

Total, que estaba el neurólogo dando su conferencia cuando sentí un codo que me daba con insistencia en el costado. "Oye, estás roncando", me advirtió el colega que tenía al lado.

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