Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

El cangrejo moro

El militante de base no es un cangrejo moro dominante, sino que se pliega con fe sincera o interés de prosperar

El cangrejo moro es omnívoro, y a unas malas practica el canibalismo. Es un superviviente: se queda por encima del agua cuando baja la marea, y por debajo cuando sube. Bien mirado, es el rey de la bahía. Es un crustáceo que camina para atrás, como es sabido, aunque en realidad su caminar es más bien daleado, articulado como un transformer y se diría que crujiente. Con sus bocas, arrasa; no sólo se cepilla a las coñetas, que son sus parientes, las que acaban de cebo, sino a todo lo que pillan. Ocasionalmente se los puede ver en grandes grupos. Y es que el cangrejo moro se las puede trabajar de humilde militante. Sabe que al abrigo de los correligionarios funciona la ley del más fuerte, y la devoción al jefe, aunque sea el de distrito. El Moro de la Bahía: grupal, pero con ambición personal; acerado y coriáceo; depredador, transformer, estratega de los vaivenes, fratricida a unas malas... ¿no parece este decápodo el arquetipo de un político? (De uno trepa, no seamos injustos).

La palabra militante, etimológicamente y del latín, tiene que ver con “soldado” y significa “quien se prepara para la guerra”. Nada que objetar a la primera condición, y por tanto nada tampoco a la segunda: “Esos de enfrente son nuestros rivales, los enemigos son estos de aquí detrás”, dice que dijo Sir Winston, quien –junto con Groucho, Einstein y Napoleón– acapara más páginas que nadie en los libros de citas, tan socorridas para una pátina de “culturilla general”. Un militante no duda en sus opiniones, porque adopta las de su clan, esto es, un grupo unido por fuertes vínculos, dentro del cual sólo los individuos alfa y sus constelaciones directas crean las normas y certezas, que suelen vestirse como producto de procesos orgánicos. Pero lo más cómodo de la militancia es que propende a atesorar la verdad. “Mi verdad”, que cantaría un rumbero caló.

Qué confortable, la fe: incluso la de las religiones laicas, partidos políticos y estómagos agradecidos. Son duras la incertidumbre, la duda y la reflexión; el propio criterio. El militante de base, cabe concluir, no es un cangrejo moro dominante, sino que se pliega con fe sincera o interés de prosperar a los mandatos que imperan en su grey: nada que objetar, tampoco aquí. Bueno, sí: que el soldado se dé el aire de haber pensado, como si sus argumentos no fueran los oficiales o vigentes de su causa, y fueran suyos. Y el ardor y el tostón, objetables también. Por no hablar de las “preguntas trampa”, esas que te suelta como si le importara tu opinión, pero cuya utilidad es atraparte y soltarte su sermón consabido.

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