La colmena

Magdalena Trillo

mtrillo@grupojoly.com

Los bares pinchan

Atisbo de crisis y precios altos pero los bares siempre están llenos. Ya no puedes salir sin reservar ni a tapear

No hay mejor termómetro socioeconómico que un bar. Lo fueron durante la pandemia cuando bajaron las persianas y tuvieron que cerrar y lo han sido en la desescalada cuando se han ido adaptando a la nueva realidad: la de los espacios abiertos, el control de los aforos y la obligación de reserva. Con doble turno (hasta en la barra) y con los precios sumidos en un frenesí de volatilidad. Es lo bueno de habernos cargado las cartas impresas: actualizamos precios de un día para otro, sin dejar rastro y siempre al alza.

Admitámoslo. El mundo de los bares es un misterio. Entre la paradoja y la contradicción. Si hay atisbo de crisis, ¿cómo es que no cabemos? Si la inflación está por las nubes, ¿cómo es que seguimos consumiendo como si no hubiera un mañana? Si tan preocupados estamos por el riesgo de recesión, ¿por qué gastamos de forma compulsiva? Salgan cualquier tarde al centro de su ciudad; no es ninguna impresión. No se puede ni caminar.

Hay economistas que hablan del efecto rebote tras el confinamiento del Covid y sitúan en el colchón de los ahorros la clave del descontrol con que estamos viviendo esta Navidad. ¿Pero tanto margen teníamos? Porque en verano nos pronosticaron un otoño negro de bloqueo económico (que no ha sido tal) y ahora nos advierten de una cuesta de enero especialmente empinada. Bien; lo veremos en los bares. Porque si hay algo que deberíamos tener ya asumido es el espejismo que hay entre lo que decimos cuando nos preguntan y lo que hacemos. Entre lo que opinamos de la situación económica y social general (de cómo les irá a los demás) y de qué pasa de puertas adentro.

Creo que nos contagiamos. Si hay un mantra insalvable de la hostelería es su pesimismo; el arte del quejío. No hay informe ni encuesta a pie de calle en la que el vaso no esté medio vacío. Hace un par de semanas, la Federación Española avanzó los datos del año: reconocían que el volumen se había disparado (consumimos más, ingresan más) pero rápidamente ponían la tirita en la rentabilidad. No discutiremos el problema de los costes (lo de ser más eficiente es un desafío para todos los sectores en nuestro país) pero sí que siempre pasen de puntillas por su verdadero Talón de Aquiles: el empleo. Por qué faltan camareros; por qué es una profesión de tránsito para los jóvenes; por qué es un sostén para los mayores (porque no encuentran nada mejor); por qué hay tanta precariedad y tan poca profesionalidad. Aquí sí pinchan los bares.

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