Avivar un fuego nunca apagado

08 de octubre 2025 - 03:06

Era perversa la provocación –a última hora aplazada al viernes– de votar el decreto del embargo de armas a Israel el día en que se cumplían dos años del salvaje y muy bien calculado ataque terrorista de Hamas que provocó 1.219 muertos –hombres, mujeres, niños, muchos torturados antes de ser asesinados tras obligar a los familiares a contemplarlo– y el secuestro de 257 personas. La mayor matanza de judíos tras la Segunda Guerra Mundial y el peor ataque terrorista sufrido por Israel.

Todo fue grabado por los terroristas para difundirlo. Se trataba de alcanzar tal extremo de crueldad que originara una respuesta igualmente extrema y cruel. Sabían quién gobernaba en Israel y cómo reaccionaría. Los palestinos utilizados como escudos humanos estaban de alguna forma muertos desde aquel 7 de octubre de 2023 porque Netanyahu respondió con la brutalidad desmedida que se corresponde a su carácter, su política y su necesidad de huir de los escándalos de corrupción que le acosaban provocando una fortísima contestación en su país.

Nada justifica los crímenes de guerra que ha cometido el ejército israelí. Pero estaba calculado por Hamas. Y le ha salido bien. Nunca ha sufrido Israel una campaña internacional tan virulenta, pidiéndose su desaparición (recuérdese la pancarta desplegada en el Círculo de Bellas Artes de Madrid el día del boicot a la vuelta ciclista: “Del río al mar Palestina vencerá”). La justificada protesta por las atrocidades cometidas en Gaza (tras el 7 de octubre de 2023 no las hubo, pero sí de apoyo a los terroristas: lean los artículos de la profesora franco-israelí Eva Illouz, censurada en Israel por sus críticas, publicados por El Confidencial y El País el 28 de septiembre y el 10 de octubre) ha sido utilizada para alentar una explosión de antisemitismo no vista desde los progromos de Rusia y Ucrania entre 1881 y 1884 o los de Rusia, Bielorrusia, Ucrania y Polonia entre 1917 y 1920 que culminaron en la matanza programada de seis millones de judíos europeos entre 1938 y 1945.

Nada justifica la brutal desproporción de la respuesta israelí. Nada justifica la explosión de odio a Israel y de antisemitismo: la culpa del Gobierno se ha extendido a todos los israelíes y a todos los judíos del mundo. Es peligroso echar leña a un odio nunca apagado.

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