Monticello
Víctor J. Vázquez
Un triunfo póstumo
Cuándo será el día en el que no nos llame la atención el diferente, el día en el que nadie se gire al cruzarse con una persona cuyos rasgos no se corresponden con los de la gran mayoría, que no miremos a ese niño que va en un cochecito porque no puede andar, o a ese otro cuya edad mental no se corresponde con la física. Cuándo dejaremos de mirar con pena a esos adultos que siguen viviendo en la inocencia de quien no conoce la maldad; a los que no ven, a los que no oyen, a los que les cuesta el doble conseguir lo mismo que a las personas que la sociedad etiqueta como normales. Lograr un trabajo, tener cierta independencia y establecer relaciones de amistad para ellos puede llegar a ser un mundo en el que se encuentran cientos de obstáculos y pocas ayudas de la sociedad en general.
No estamos acostumbrados a la diversidad. Quizás acostumbrados no sea la palabra más adecuada para referirse a la aceptación de las personas con cualquier tipo de discapacidad, ya sea genética o adquirida, pero lo cierto es que en pleno siglo XXI aún nos sigue llamando la atención o extrañando el que no es como la mayoría. Queda mucho trabajo por hacer en el ámbito de la discapacidad, desde la escuela hasta el mundo laboral y, sobre todo, desde los hogares. Para ello es fundamental una educación inclusiva en la que los niños convivan con otros niños diferentes a ellos, no mejores ni peores, simplemente con otras capacidades; en la que aprendan a echarles una mano cuando lo necesiten, pero, sobre todo, sepan acompañarlos en un proceso de aprendizaje que dé lugar a un enriquecimiento mutuo. Hay que normalizar la diversidad y no hay mejores lugares que la escuela y la familia, desde donde hay que fomentar la aceptación y el respeto. Podría seguir con la política educativa, las trabas que se encuentran para la inserción en el mercado laboral o incluso las barreras arquitectónicas que hay en cualquier ciudad.
Da mucho que pensar de la sociedad en la que vivimos que una cadena de televisión tenga que dedicar un programa a personas con discapacidad para acercar su realidad a los espectadores, para reflejar que también tienen inquietudes, que cada día se esfuerzan por superarse y que detrás de cada uno de ellos hay una familia que se vuelca para que tengan una vida lo más plena posible a la vez que se preocupan por la forma en la que son mirados sus hijos y hermanos, temiendo el daño que les puedan hacer posibles burlas o rechazos. El programa se llama Auténticos y lo presenta un gran Alberto Chicote que ha pasado de los fogones a mostrar su lado más humano acompañando a personas con discapacidad que son capaces de todo para cumplir sus sueños. Si con esto se consigue que el público/sociedad sea consciente de la realidad de las personas con diversidad funcional, ojalá muchos más programas como este para que llegue el día en el que no sean necesarios.
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