Quizás
Mikel Lejarza
La Traca Final
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Hace bastantes años fue la Reina de todas las fiestas; pero el tiempo que tantas cosas cura, también nos quita, y en la actualidad su presencia era invisible para conocidos y extraños. Sólo su capacidad de enojar y su soberbia permanecían inalterables. Pasaba ya de los sesenta años y su especialidad continuaba siendo tener la razón siempre y crear mal ambiente. Estaba enfadada con el mundo, porque consideraba que la vida no le había correspondido con justicia. Vivía con un perro al que cuidaba con esmero, pero al que rara vez abrazaba. Todas esas frustraciones las regaba todas las mañanas escuchando a un incendiario predicador que afirmaba que vivíamos en una dictadura y que el presidente del Gobierno era el mismo diablo. Cuando comenzaron las manifestaciones en contra de la amnistía, vio en ellas el lugar perfecto para lanzar toda su amargura y socializar con personas que la acogerían como una de los suyos. Y allí está, envuelta en una bandera franquista que le vendieron por tan solo cinco euros y cantando el Cara al Sol .
Casi al mismo tiempo, una ex ministra despotricaba contra quienes la habían desposeído de su cargo. Al parecer desconocía que se trataba de algo eventual, y su reacción al percatarse de ello destilaba rencor. Por supuesto ni una palabra de arrepentimiento por sus errores, ni de gratitud por quienes compartieron sus aciertos. Era un asunto personal. Dentro de poco la veremos manifestándose frente a la embajada de EEUU, que es algo que une mucho a los que les duele la vida.
Mientras, el líder mediático se preguntaba que más tenía que hacer para que sus seguidores le hicieran caso . Llevaba años desgañitándose en contra de Sánchez, y pese al liderazgo que tenía en todos los medidores de audiencia no había logrado acabar con él. ¿Significaba eso que quizás no fuera tan influyente como él creía? La duda le atormentó durante unos minutos, pero concluyó que con la amnistía tenía gasolina suficiente para los próximos meses y sonrió pensando en el calvario que esperaba a su enemigo. El negocio de quienes viven de las heridas estaba asegurado. Por el bien de España, por supuesto.
El anciano pastor miraba al horizonte, y la ausencia de nubes le recordó que si no llovía durante las próximas semanas su ganado moriría, y él y su familia tendrían serias dificultades para sobrevivir. Y no entendía por qué se hablaba tanto de la amnistía, si fueran cuales fuesen sus virtudes o sus pecados, el acabar con la sequía no estaba entre ellas.
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