Aeneas

29 de julio 2025 - 03:05

En un viejo artículo del gran helenista Francisco Rodríguez Adrados, fallecido hace cinco años a edad casi centenaria, advertía el maestro salmantino que las computadoras debían estar al servicio de la “exploración inteligente”, no presentarse como “sustitución un tanto mítica del trabajo creador”. La comunicación tenía su origen en un curso sobre Lingüística y Ordenadores que se remontaba a mediados de los setenta, nada menos, o sea a la lejana prehistoria de la informática aplicada al conocimiento. Siempre militante a la hora de denunciar el olvido de los estudios clásicos, precisamente por entender que estos debían ponerse al día para no ser aún más relegados, Adrados se interesó desde el principio por las posibilidades que abría el diálogo entre “la nueva técnica y las viejas Humanidades”, pero no llegaría a saber, pues se trata de hallazgos recientes, de los espectaculares avances propiciados por la llamada inteligencia artificial generativa en campos como la lectura de papiros carbonizados –los famosos de Herculano están empezando a revelar su contenido sin necesidad de desenrollar los volúmenes– o de inscripciones deterioradas o incompletas y en parte indescifrables. En el terreno de la epigrafía latina, el programa de contextualización que se ha anunciado estos días, Aeneas, cuyo nombre remite al del héroe troyano –mítico ancestro de los fundadores de Roma– que dio su título al inmortal poema de Virgilio, ofrece prestaciones casi mágicas que permiten datar con más precisión las inscripciones, localizar su procedencia geográfica, rellenar los huecos cuando se trata de fragmentos y establecer conexiones con otras piezas de un corpus ingente y permanentemente actualizado. Los impulsores del programa, que aprovecha y supera los logros de su predecesor Ithaca, consagrado a la epigrafía griega, destacan que los resultados son predictivos y precisan de la validación de los estudiosos, pero estos ya han podido comprobar que suponen una ayuda inestimable. Es una excelente noticia, por contraste con las profecías más bien inquietantes de otros expertos en la materia. Al menos de momento, mientras la inteligencia artificial siga siendo una herramienta al servicio de los investigadores, sin llegar a convertirse en esa especie de supercerebro emancipado que protagoniza los ya no inverosímiles argumentos de la ficción distópica, las dos cualidades que pedía Adrados –imaginación y sentido crítico– mantienen su vigencia como indicadores distintivos de las capacidades humanas.

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