Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Un drama
En general, las situaciones de acoso -en las diversas formas en que suele hacer acto de presencia, que son muchas y de variado pelaje- viene siendo motivo de que ocupe las páginas de los periódicos en más ocasiones de las deseadas. Es, en todo caso, una tragedia de difícil erradicación, que trae por la calle de la amargura a todo quisque y, en especial, a quienes ostenten responsabilidades que impliquen el cuidado de sus retoños.
Actualmente, resulta ser motivo de extraordinaria preocupación el eufemísticamente llamado "acoso escolar", llamado así, precisamente por encontrar su caldo de cultivo en el ámbito del recinto académico. Y que consiste en la situación denigratoria o vejatoria a la que uno o más alumnos pueden ser sometidos por uno o más compañeros de la clase.
Hace tan solo unos días, este periódico, El Día de Córdoba, creo que en su edición del pasado jueves, se hacía eco de noticia que publicaba con el siguiente titular: "Un estudio advierte de que uno de cada cuatro niños tiene riesgo grave de sufrir acoso escolar".
Del análisis de la publicación transcrita tenemos que colegir, de forma concluyente, que, en todo caso, la preocupación de los padres por sus hijos está más que justificada. Por dos razones, irrefutables a nuestro juicio:
En primer lugar, el porcentaje de "acosados" que apunta la noticia nos parece, de por sí, alarmante. Mucho más si tenemos en cuenta que puede ser mayor, habida cuenta de que las víctimas del "acoso" no siempre denuncian estas conductas delictivas por miedo.
En todo caso, los… "acosadores" merecen una especial atención y tratamiento adecuado, a nuestro juicio. No solo por el daño que estos adolescentes puedan causar a sus víctimas, sino porque, es muy probable que, si no se adoptan las medidas correctoras para acabar con esa lacra, los ahora… "acosadores" pueden devenir en maltratadores, con los resultados de todos conocidos.
Por otra parte, no está de más recordar que el… "acosador" actúa de forma violenta siempre que se le presente la ocasión, con independencia del lugar en que se encuentre. Porque es, casi siempre, violento. Y disfruta martirizando a su víctima o víctimas mediante la humillación. En el colegio o fuera de él.
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