Zugarramurdi

Los trágicos sucesos de la cuenca del Bidasoa muestran rasgos comunes a las persecuciones de cualquier tiempo

Entre los pocos ejemplares que conservamos de nuestra primera biblioteca, malbaratada en rastros y librerías de viejo, se cuenta uno casi completamente descuadernado de Julio Caro Baroja que nos ha acompañado todos estos años en las demasiadas mudanzas y por el que sentimos, como es lógico, un cariño especial, aunque no hayamos vuelto a leerlo desde que lo hicimos cuando muchachos. Gracias a Las brujas y su mundo, entendimos que el fenómeno de la persecución de las sacerdotisas de Satanás -uno de los casos más sonados inspiraría el famoso ensayo de Aldous Huxley, Los demonios de Loudun, que también leímos de jóvenes y acabamos de recuperar entre los libros de padre- tenía raíces culturales profundas y alcanzó en su momento más cruel y delirante una dimensión europea. Hace unos meses los partidos que ahora gobiernan en Navarra, no todos sensibles al sufrimiento de víctimas bastante más recientes, propusieron una pintoresca iniciativa en favor de la imposible reparación a las brujas de Zugarramurdi, objeto del proceso que abordó don Julio en su obra ya clásica sobre la materia. Latía en el fondo un conflicto entre el cristianismo dominante y la pervivencia ancestral de los cultos paganos, pero los trágicos sucesos de la cuenca del Bidasoa muestran rasgos comunes a las persecuciones de cualquier tiempo, incluyendo el moderno siglo XX en el que los totalitarismos reprodujeron el patrón punto por punto. Y lo mismo puede decirse de las organizaciones terroristas. Lo singular del caso reside no en una supuesta propensión feminicida de los españoles, como vocean los indocumentados, pues las cifras de ejecuciones entre nosotros están muy por debajo de las que tuvieron lugar en otras naciones, en particular las luteranas, sino en el hecho de que poco después de la condena la Inquisición, gracias a las investigaciones de un juez que había recelado de las arbitrariedades del tribunal, reconoció la falsedad de las acusaciones y amnistió a los supervivientes. No por casualidad la impía quema de endemoniados se prolongaría durante más de un siglo en el resto de Europa, cuando a este lado de los Pirineos nunca volvieron a tener lugar procesos semejantes. Viene de lejos la idea romántica de las brujas como heroínas emancipadas, pero no es eso lo que dicen los estudiosos. Y quiere la justicia poética que haya sido Mikel Azurmendi, uno de los honrados vascos que se atrevieron a plantarle cara al terror durante los aciagos años de plomo, quien haya abordado estas cuestiones en una monografía de referencia. Bien pensado, tiene toda la coherencia del mundo que los legatarios de los pistoleros reivindiquen los aquelarres.

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