Voltaire y Rousseau

Pero en Rousseau, como en tanta gente, una cosa es lo que se dice y otra lo que se hace

Muy conocidas son las teorías pedagógicas del filósofo Juan Jacobo Rousseau, expuestas sobre todo en la famosa novela Emilio. Hay que volver a la sencillez de la naturaleza y superar las creaciones artificiales de la cultura, que solo traen daño al hombre, porque "todo sale bueno de las manos del autor de las cosas (hay quien traduce Dios), todo se vicia en las manos del hombre", como dice la sentencia con la que empieza su celebrada novela. Como resumen de toda esta doctrina lo que ha quedado en los manuales es que para él la naturaleza es buena y la sociedad la que lo estropea, por lo que hay que educar a los niños en la libertad y no someterlos a doctrinas que lo esclavicen.

Pero en Rousseau, como en tanta gente, una cosa es la teoría y otra la realización práctica, una cosa lo que se dice y otra lo que se hace. Así nuestro hombre, tras vagabundear por un montón de sitios y de trabajos, llega a París en 1745, 33 años, y decide convivir/casarse con una modista analfabeta -Thérèse Levasseur- con la que tiene cinco hijos, y a quien convence para entregarlos al hospicio conforme van naciendo. Al principio dijo que carecía de medios para mantenerlos, pero más tarde, en sus Confesiones, sostuvo haberlo hecho para apartarlos de la nefasta influencia de su familia política. Y todo esto naturalmente choca con sus principios. Como se lo hizo saber un panfleto, en principio anónimo, (El sentimiento de los ciudadanos, que ya se sabe fue de Voltaire) que le reprocha: mira lo que hace con sus hijos el que cree en la bondad originaria del hombre. (Y para defenderse escribe sus Confesiones).

Pero él desconoce quién es el autor del libelo y acude precisamente a Voltaire para averiguarlo juntos, circunstancia que permite asistir a una gran conversación en la que los dos filósofos enfrentan sus ideas acerca de Dios, la igualdad, la educación…, dos maneras igualmente generosas pero muy distintas de concebir la sociedad. Como bien ha resumido José Andrés Rojo, Voltaire entiende que habrá que arremangarse para combatir los errores, pero reconoce los logros culturales y científicos que la humanidad ha ido conquistando. Rousseau piensa, en cambio, que esa humanidad es buena por naturaleza y que es la sociedad la que la ha corrompido: no hay problemas que arreglar, hay que cambiarlo todo. Un debate de siempre y de ahora. (Hoy es una obra de teatro que se está representando).

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