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La unidad –ha dicho Sánchez en la reunión del Comité Federal refiriéndose al acuerdo entre Sumar, Podemos y otras formaciones de extrema izquierda o izquierda extrema– es una muestra de responsabilidad porque evita dispersar inútilmente energías. Y la responsabilidad es la condición para dejar atrás el ruido estéril y para concentrarse en lo que de veras importa a la ciudadanía”. ¿A qué llama ruido estéril? ¿Al interno de la bronca tras los vetos a los candidatos de los barones que ha provocado que ni Page ni Lambán asistan al Comité? ¿O al ruido externo de Ribera llamando señorito y gamberro al presidente de la Junta, para después medio excusarse diciendo que estaba “muy enfadada”, o al de la ex presidenta del PSOE sevillano llamando “judío nazi” a Bendodo?
En este último caso las disculpas empeoraron las cosas. Primero escribió: “Jamás debe usarse la religión, origen o etnia de alguien para la crítica política aunque, como en mi caso, la intención fuese señalar una grave incoherencia. Mis disculpas y corrijo: Bendodo es un nazi”. Cabe preguntarse si lo que quería decir con lo de “señalar una grave incoherencia” es que ser del PP equivale a ser nazi y ello entra en contradicción con ser judío. Desgraciadamente unir judío y nazi recuerda el nuevo antisemitismo de izquierdas que pinta estrellas de David sobre esvásticas fundiendo como lo mismo nazismo, sionismo e Israel, convirtiendo la añeja conspiración judeomasónica inventada por los antisemitas franceses y alemanes, y tan del gusto del Caudillo, en la conspiración yanki sionista. La cosa quedó tan mal que se vio obligada a escribir: “Sinceras disculpas al señor Bendodo en lo que le haya podido molestar. No era esa mi intención”. Lo que suena ya a guasa. Es difícil imaginar que se llame “judío nazi” a un judío y “nazi” a un político de centro derecha sin intención de molestar. ¿Cuál era la intención, entonces?
Desde el PP también se han dirigido insultos al presidente y a miembros de su Gobierno, aunque ninguno tan grave como el de “judío nazi” que ha condenado incluso el socialista Moratinos desde Naciones Unidas, porque vivimos tiempos de esa mala política y esos mediocres políticos que prefieren el insulto al argumento y apelan a la visceralidad en vez de a la razón. Recordemos lo que pedía Azaña que se recordara “si otra vez el genio español vuelve a enfurecerse con la intolerancia y con el odio”.
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