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No es que sean cuestiones que carezcan de interés el batacazo de Feijóo que con tanto rigor –en su tránsito de Galicia a Madrid– está cumpliendo el famoso principio que formuló Laurence J. Peter, la conversión de España en una plurinacionalidad, el curioso caso de la cooficialidad de las lenguas en todo el Estado salvo el castellano en Cataluña, el encaje (de bolillos constitucionales) de la ley de amnistía como culminación de la despenalización del procés y la desjudicialización “por todas las vías posibles” (Sánchez) de la cuestión catalana o los descubrimientos verdaderamente notables de que PNV y Junts son partidos progresistas o que quienes independizarse de España –sumada la Tía Norica de Waterloo a Bildu y ERC– sean la clave para su gobierno. Son todas ellas cuestiones del mayor interés público y por ello de la más importante incidencia en las vidas de todos nosotros. Pero, como contaba don Salvador de Madariaga (¿lo conoce alguien de la actual clase política?) que dijo el jornalero al cacique que quería comprar su voto, en mi hambre (léase columna) mando yo.
Hoy quiero comentarles la reedición en Galaxia Gutenberg de un libro que llevaba más de diez años descatalogado, imprescindible para pensar muchas cosas de nuestro pasado y nuestro presente, incluido lo que está pasando hoy en España: Memoria del mal, tentación del bien. Indagación sobre el siglo XX de Todorov (premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales en 2008).
Especialmente los capítulos dedicados a la relación entre la memoria, su borrado y su reescritura manipulada, y la historia (“Si desaparece cualquier frontera entre discurso verídico y discurso de ficción, la Historia no tiene ya razón de ser… El historiador que incumple la exigencia de verdad deja de pertenecer al grupo de los historiadores para no ser ya más que un propagandista”). ¿A que les suena? Y los dedicados a los peligros que amenazan a las democracias: la deriva instrumental que niega “el postulado de la doctrina humanista según el cual el ser humano individual es el fin último de nuestra acción”, la deriva moralizadora que niega la autonomía moral del individuo para imponer lo políticamente correcto y la deriva identitaria como forma de egoísmo colectivo y nostalgia (interesada) de la comunidad a la antigua “que intenta arrancar al Estado privilegios colectivos para sus miembros”. ¿A que también les suena?
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