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La polarización de la prensa nacional, pasando de competir en los quioscos a guerrear desde trincheras partidistas, empezó antes de que Zapatero iniciara la estrategia de tensión que desveló en 2008 el micrófono abierto tras su entrevista con Gabilondo: “Nos conviene que haya tensión. Voy a empezar a partir de este fin de semana a dramatizar un poco”.
Dos de los casos más ruidosos de polarización de la prensa fueron el de la “pinza” anti González PP-IU (Aznar+Anguita), apoyada por la Asociación de Escritores y Periodistas Independientes, a la que sus enemigos llamaron “el sindicato del crimen”. Entre 1993 y 1995 llevaron tan lejos la estrategia de desgaste que Luis María Anson reconoció en 1998: “Había que terminar con Felipe González, esa era la cuestión. Al subir el listón de la crítica se llegó a tal extremo que en muchos momentos se rozó la estabilidad del propio Estado… La cultura de la crispación existió porque no había manera de vencer a González con otras armas” (Tiempo). Otro fue el caso Sogecable, cuando en 1997 el juez Gómez de Liaño le retiró a Polanco el pasaporte “por riesgo de fuga” tras asumir la denuncia contra Polanco, Cebrián y todo el consejo de administración de Sogecable por apropiación indebida. Entre estos casos y la estrategia de tensión de Zapatero está el trágico 11 M de 2004 que fue vergonzosamente explotado por los dos partidos mayoritarios y los medios más sumisos a ellos.
Sánchez ha culminado este alineamiento mediático. Antes de que la mayoría de los tertulianos abran la boca y los opinadores den un teclazo (afortunadamente no todos: también los hay independientes) ya se sabe a quién van a disculpar y a quien van a culpar. Véase cómo han interpretado el anuncio del “paquete de calidad democrática” los medios afines (“batalla contra la desinformación, por la libertad de prensa y el derecho a la información”) y los críticos (“amordazar a la prensa”). También ha culminado la estrategia de tensión iniciada por Zapatero con las invenciones de la máquina del fango, la fachosfera, el muro y la alerta antifascista para frenar una inventada ultraderecha bicéfala de Feijóo y Abascal, convertida en tricéfala al sumarle la cabecita de Alvise, de quien Sánchez es el mejor propagandista: el miércoles lo citó hasta nueve veces, una de ellas diciéndole a Feijóo: “Ahora hay tres ultraderechas, usted, Abascal y Alvise”. Todo vale.
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