Toros e ideología

En mis muchos años de aficionado solo escuché el himno por la asistencia de algún miembro de la Familia Real

Con la vuelta a la normalidad, esta vez sí, toquemos madera, por el camino adecuado, han vuelto en todo su esplendor los espectáculos, grandes y pequeños, y con ellos el público que vuelve ilusionado a la olvidada celebración colectiva del arte en cualquier dimensión, también la taurina. Ayudado sin duda por el interés que despiertan las nuevas figuras del escalafón (Aguado, Ortega, De Justo…) en competencia con los maestros que vienen de vuelta con renovadas ilusiones (El Juli, Morante….), diríase que se nota en los aficionados un interés que creíamos perdido, y más cuando desde trincheras más o menos emboscadas, se dispara con bala sobre todo lo que suene a la fiesta más española, por decirlo con palabras republicanas de don Ramón Pérez de Ayala.

Posiblemente por esa percepción de atosigamiento y acoso contra los toros que cualquier aficionado puede compartir, y que tienen su origen en movimientos e instituciones estrechamente vinculados con la izquierda, últimamente se vienen observando ciertas actitudes de defensa de la Fiesta que, dejando en un segundo plano valores comúnmente aceptados vinculados al campo de la cultura, la ética o la antropología, centran el discurso en una suerte de españolismo retro de raíz identitario, que en el fondo no deja de ser una reafirmación de lo obvio, y además despeja el camino a quienes, patrimonializando lo que es de todos, se ponen en primera línea de una supuesta infantería tan valentona como ineficiente.

En mis muchos años de aficionado, la mayoría de ellos como abonado de la plaza de Sevilla, solo escuché el himno nacional con ocasión de la asistencia al festejo de algún miembro de la Familia Real, directamente vinculada además con la Real Maestranza. El sábado pasado, primer día de este ciclo ferial atípico con cartel de Domingo de Resurrección, y antes de que sonara el esperado pasodoble Maestranza, la banda atacó el himno, como por otra parte viene sucediendo en casi todas las plazas, al que siguieron enfervorecidos vivas intercalados con algún insulto a personas cercanas al Gobierno. Ninguna simpatía me une al politiquerío actual (y menos al gobernante), ni nada tengo contra la Marcha Real, pero no termino de comprender tanto entusiasmo por manifestaciones no tan espontáneas que más que unir, desunen, y más que compartir, imponen una determinada forma de ver las cosas. Justo lo contrario que la Fiesta necesita.

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