La pica en flandes

Francisco Javier Domínguez

Toros y ética

HOY vuelven los toros a TVE y la retransmisión ha desatado una nueva polémica en torno a la conveniencia de retransmitir este espectáculo. El primer argumento en contra es que la corrida aparecerá en las pantallas en horario infantil, pero se antoja que la causa principal es que los toros reciben un respaldo institucional evidente.

Una figura del toreo ha decidido no cobrar derechos de imagen y el empresario cede el espectáculo gratis con tal de que se pueda televisar la cita, cuyo coste sólo será el meramente técnico. Ésta, por tanto, no es una cuestión baladí pues nos demuestra a las claras que el mundo del toro es consciente del complicado momento que atraviesa el toreo, cada vez más necesitado de respaldo social y de elementos a favor.

Abanderar el antitaurinismo se ha puesto de moda entre muchos que hasta hace poco se mantenían indiferentes hacia este movimiento de repulsa. Es una opción cada vez más política y menos ética. A veces es una mera pose de modernidad contra lo que se considera antiguo o casposo, pero ¿se atreven los antitaurinos a debatir de toros en el terreno ético del asunto? Intelectuales como Savater han definido que el hombre estará perdido el día que equipare los derechos de los animales a los del ser humano. Es la clave. El antitaurino o autodenominado animalista defiende al toro como si de un igual se tratara y ahí reside el error, pues si se defendiera a todos los animales del mismo modo, la sociedad actual tendría que cambiar todas sus estructuras, empezando por la economía agraria. Defender al toro del sufrimiento y no a los cerdos que se crían en condiciones deplorables en las granjas de Cataluña es un gesto tan hipócrita que todavía no hemos visto una manifestación en la puerta de una fábrica de fuet. ¿Alguien le ha preguntado a un perro de la línea terrier si le gusta vivir en un piso de 60 metros cuadrados en el centro de Madrid? Si pudiera hablar seguramente diría que no; sin embargo, estamos acostumbrados a verlos con sus trajecitos y sus trencitas, mejor cuidados que los congéneres humanos en la cola del paro.

Como afirma Vargas Llosa, "nadie que no sea un obtuso o un fanático puede negar que la fiesta de los toros es una espectáculo impregnado de violencia y crueldad", pero es la ética humana la que admite, en líneas generales, el sometimiento del animal en todos los ámbitos de la vida -atención: en los que se ven y en los que no se ven- y mientras quienes los que quieran considerar a los animales como iguales al ser humano no sean una abrumadora mayoría no se acabará con las corridas de toros. Claro que para entonces estaremos comiendo cremas sintéticas y vistiendo con hilos de nylon.

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