Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Televisión, fútbol y política

Berlusconi fue un ejemplo de lo más cutre que ha dado la política europea, pero supo crear escuela

Italia ha sido desde el final de la Segunda Guerra Mundial y lo es en nuestros días el mejor ejemplo de caos organizado que se puede encontrar en la historia reciente. El país ha sido una de las potencias que ejercía liderazgo en Europa en medio de una sucesión de gobiernos imposibles que nunca terminaban su mandato, coaliciones disparatadas de hasta cinco partidos, casos de corrupción sangrante tras los que se mal escondía la mano de la Mafia, bandas terroristas a extrema izquierda y extrema derecha y, también, la influencia de un Vaticano que actuaba como algo más que un poder espiritual. Este fue el caldo de cultivo en el que se desarrollaron un Giulio Andreotti o un Bettino Craxi y que tiene punto y aparte en Silvio Berlusconi.

Si Jean Marie Le Pen es el padre de la extrema derecha europea, cuyo rastro se puede seguir hasta Giorgia Meloni o Santiago Abascal, Berlusconi lo es de un populismo chabacano y primario, emparentado con esa línea de pensamiento ultra, que desemboca en Donald Trump y todo lo que ha significado en la cultura política de Occidente a ambos lados del Atlántico. Berlusconi, al que no le faltó instinto y que supo mantenerse siempre a flote, identificó desde el principio la triada de elementos que podían colmar sus infinitas ansias de poder: televisión, fútbol y política. Quizás no es muy arriesgado afirmar que por ese orden. Los tres le sirvieron para encauzar sus dos grandes pulsiones: el poder y el dinero, y con los tres cosechó enormes éxitos durante décadas.

En España, el nombre de Berlusconi estará siempre unido al de Tele5, la televisión que apareció en cuanto Felipe González rompió el monopolio de los canales públicos y que, en muy poco tiempo, se convirtió, ante los atónitos ojos de los españoles de 1990, acostumbrados a la mojigatería de La 1 y de la La 2, en un catálogo de zafiedad y mal gusto que cosechó enormes audiencias. El magnate italiano no se rompió la cabeza y exportó el modelo que lo había hecho poderoso en Italia. Quien viviera aquella época recordará los alardes de muslos y pechugas que se sucedían sin solución de continuidad o los programas con polígrafo en los que las preguntas de mayor morbo se contestaban, siempre, después de la publicidad.

Berlusconi fue un ejemplo de lo más cutre que ha dado la política europea. Pero nadie puede negar que creó escuela y que cambió la Italia de su tiempo. Él se ha ido, pero su legado está muy presente. Desgraciadamente, lo seguirá estando.

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