Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Tamames y las décadas

Tamames no le hace ningún favor al país con la moción de censura de Vox y, seguro, tampoco a sí mismo

Me tocó, por generación, meterme en la universidad casi de la mano de Ramón Tamames. Entonces -terminaban los setenta y el cemento de la losa del valle de los Caídos estaba todavía fresco- el economista comunista era una figura de un prestigio y de una solidez que no dejaba grietas. Sus libros tenían un valor de prescripción casi bíblica para los bisoños estudiantes que salíamos del bachillerato y del añorado COU sin tener ni la más remota idea de economía y a los que la historia más reciente de España se nos había hurtado o se nos había explicado con un interés mal disimulado porque no nos enterásemos de mucho. Por eso en aquellos tiempos trepidantes de la Transición, en los que por fin se podía mirar el país sin anteojeras ni prejuicios, en la Complutense de Madrid, que era en la me tocó, Estructura económica de España y La República y la era de Franco, ambas en cuidadas ediciones de Alianza Universidad, eran referencia absoluta en sus respectivas materias. Su autor era el más solicitado a la hora de confeccionar la nómina de cualquier conferencia o mesa redonda. Y la verdad es que a los ojos de un joven universitario ese prestigio estaba más que fundamentado. Las obras de Ramón Tamames estaban ahí para alumbrar un tiempo nuevo y lo hacían con alarde de rigor y seriedad. Que su autor fuera un destacado miembro del Partido Comunista no sólo no le restaba prestigio, sino que se lo consolidaba.

Pero los años no pasan en balde y las décadas, no digamos. El paso del tiempo termina colocando a cada uno en su sitio. El Partido Comunista quedó en lo que tenía quedar -es decir, en nada- y Ramón Tamames ha ido dando tumbos ideológicos a lo largo de los años hasta terminar dónde está ahora: al frente de una moción de censura con la que Vox no se sabe muy bien si quiere echarle una mano a un Pedro Sánchez cada vez más ahogado o tenderle una trampa a Alberto Núñez Feijóo. O quizás sean las dos cosas a la vez. Lo cierto es que ahí aparece como colaborador necesario un nonagenario Ramón Tamames en el que es muy difícil ver el rastro de aquel joven economista que marcaba doctrina cuando España se desperezaba tras una dictadura de cuatro décadas. Como quien tuvo retuvo será entretenido verlo en la tribuna y seguro que dice cosas interesantes. Pero no está el país para fuegos artificiales ni performances dialécticas. Tamames no le hace ningún favor a España y, seguro, tampoco se lo hace a sí mismo.

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