Confabulario
Manuel Gregorio González
Zapater y Goya
Su propio afán
La ley del bienestar animal generará mucho malestar humano y animal. Tras el fiasco de la ley del sólo sí es sí, saltan con ésta, igualmente empedrada de buenas intenciones. Los resultados tampoco serán buenos.
Advierten los veterinarios de que la norma de “sacrificio cero” condenará a muchos animales a una agonía más larga. Va a ser más fácil aplicar la eutanasia a una persona que a un animal. Objetará algún partidario de ambas legislaciones cruzadas que el ser humano lo pide y el perrito no. Pero la voluntariedad humana tiene muchos matices, como se practica en los países con eutanasia asentada; y lo de negar el sacrifico de los animales, diciéndose amante de los animales, sólo se puede explicar porque la palabra “sacrificio” tiene demasiadas resonancias sacras.
Hay más efectos. Ya hay gente abandonando a sus mascotas, asustados por las multas. Están quienes tenían animales exóticos que ahora la legalidad persigue o que no podrá cumplir con todas las exigencias que se imponen. Luego, el diablo está en los detalles. No podrá dejarse el perro un momento atado a una farola ni tampoco en el coche con la ventanilla abierta ni tampoco sólo en casa. Nuestros legisladores son el perro del hortelano, que ni come ni deja comer ni deja pasearlo ni deja dejarlo en casa.
Donde se mire, la ley del sólo guau es guau tiene contraindicaciones. Con la de trabajo que tiene la Policía, les impone el deber de ir multando a ciudadanos que cuidan a sus perros exactamente igual de bien que el mes pasado, pero que ahora no pueden. Esa dimensión punitiva de la Policía, que persigue al hombre corriente, hace un daño larvado y constante a las fuerzas del orden y, en consecuencia, a la convivencia. También socava el imperio de la ley, porque se percibe la norma como una cuestión caprichosa, partidista y que no mide las consecuencias.
Se excusan en que esta ley quedará en papel mojado. Aunque fuese así, condena a la gente a que sus conductas cotidianas sean constitutivas de falta grave y a tener la espada de Damocles de la sanción constantemente sobre sus cabezas. Además, esta ley convertirá la convivencia en los barrios en un infierno de denuncias. Cualquier vecino concienciado con la causa animal se sentirá impelido a denunciar a otro que no cuida a su animal como el concienciado opina que tendría que hacerlo. Van a volver locos a la Policía, a nosotros y, lo que es peor, a nuestras mascotas.
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