Carlos Colón

Solo las dictaduras son perfectas

La ciudad y los días

Mejor la imperfección de la democracia que la perfección de las dictaduras

25 de agosto 2023 - 00:15

No le pidamos perfección a la democracia. Por ser el más humano de los sistemas de gobierno es también el más imperfecto, el más sujeto a errores, el más criticado al exponerse a los medios nunca censurados y a la oposición nunca perseguida. La democracia es humana en las cuatro acepciones de humano que recoge la RAE. Tanto en las tres primeras –conjunto de los seres humanos y relativo al ser humano o propio de él– como, muy especialmente, en la cuarta: “Comprensivo, sensible a los infortunios ajenos”.

Lo último es sumamente importante porque en su larga evolución desde Grecia y Roma hasta la progresiva implantación del sufragio universal pleno en el siglo XX, pasando por la Carta de Derechos inglesa, la Constitución de los Estados Unidos o la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano y el sufragio universal masculino en la Revolución francesa, lo propio de las democracias es la comprensión tolerante de las diferentes posturas ideológicas y la búsqueda de la igualdad por sensibilidad hacia los infortunios ajenos nacidos de la injusticia y la desigualdad.

Las dictaduras, en cambio, son perfectas. Y a ver quién se atreve a decir lo contrario. No hay oposición ni prensa libre que critiquen o denuncien. No hay partidos políticos que dividan sino la unidad nazi (“un pueblo, un imperio, un líder”) o franquista (“unidad de destino en lo universal”). El líder totalitario no está sujeto a la falibilidad de los democráticos tanto en las dictaduras fascistas (“Il Duce ha sempre ragione”) como en las comunistas (Neruda: “Stalin es más sabio que todos los hombres juntos”). Su dureza es la firmeza del “gran timonel” (Mao) que ha de ser a la vez “padre, maestro y camarada” (Stalin según Alberti) y ha de reprimir su natural bonhomía y simpatía (Giménez Caballero: “Franco es la sonrisa que ha conquistado España. Tiene ternura paternal y maternal a la vez”). Y en el caso imposible de que el líder se equivoque, “es preferible equivocarse dentro del partido que acertar fuera de él”.

No está de más recordarlo estos días de líderes mejorables, grandes partidos venidos a menos, pequeños venidos a más, pactos no siempre comprensibles o mentiras desvergonzadamente asumidas. Esta imperfección y esta falibilidad, tan humanas, son consustanciales a la democracia. La prefiero a la perfección de las dictaduras y la infalibilidad de los dictadores.

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