Salvador Gutiérrez Solís

Pobrezas

20 de noviembre 2023 - 00:15

Con A este paso, tendremos más veranillos que olas tuvimos durante la pandemia provocada por el Covid. San Miguel, San Martín… Tendremos que tirar de santoral, lo veo venir. El frío se retrasa, lo que retrasará igualmente que abordemos ese asunto que tanta desolación me provoca cada año, cuando sale a colación.

Me refiero a la pobreza energética, y que no deja de ser no contar con el dinero necesario para conectar un radiador, un brasero o encender una estufa. Algo que padecen y sufren muchos más españoles de los que creemos, ya que se trata de una de esas pobrezas invisibles que tanto nos cuesta, o no queremos, ver. De puertas para adentro. Con toda seguridad, algunos de sus amigos o vecinos, tal vez un familiar, aunque nunca se lo hayan dicho, porque nos avergüenza contar según qué cosas. Personas mayores que permanecen en sus camas hasta el mediodía, bajo siete mantas, para así combatir el frío. Niños que duermen literalmente forrados en camisetas, para no sentir lo que marca el termómetro. Familias que comparten los edredones frente a la televisión, y así tratar de que las noches no sean tan gélidas.

Esa es la realidad de muchas personas en nuestro país. Pero, desgraciadamente, la pobreza energética solo es una de las muchas que azotan a muchas familias. La pobreza cultural, que no es más que no tener el dinero suficiente para comprar un libro, la entrada de un concierto o de una obra de teatro. La pobreza sanitaria, muy extendida, de aquellos que no cuentan con los medios suficientes para tener cita con un fisio que les repare la espalda maltrecha o para recibir asistencia psicológica o psiquiátrica, tan esencial para nuestra salud. Podríamos incluir en la pobreza sanitaria la deportiva, y es que no todo el mundo tiene dinero para comprarse una pala de paddle o pagar la cuota de un gimnasio, por ejemplo.

No nos olvidemos, tan fundamental en el tiempo por el que transitamos, de la pobreza tecnológica. Todas esas familias que carecen, porque no tienen medios, de una conexión wifi, o de un ordenador personal o de un teléfono con las mínimas prestaciones. O la alimenticia, economías que no pueden acceder a determinados alimentos y que se ven obligados a organizar sus comidas en torno a las grasas y los hidratos.

Y hay otras muchas pobrezas, incatalogables o presentes, de un modo u otro, en las que anteriormente citadas. La imposibilidad para viajar, para estrenar ropa con cierta frecuencia, para recibir un tratamiento estético, porque a todos nos gusta tener un buen aspecto físico. No me olvido, por supuesto, de la pobreza que tal vez sea la más extendida, especialmente entre las personas más jóvenes: la pobreza ocupacional. No poder acceder a una vivienda propia o en alquiler porque no tienes pagarlo. Así de simple. Lo que habría de ser un derecho, tal y como reconoce nuestra tan nombrada Constitución, y no un privilegio, como viene sucediendo desde las últimas décadas. Terreno para la especulación, el pelotazo, el taco y las comisiones, la vivienda ha hipotecado a la mayoría de las familias españolas, a muchas por encima de sus posibilidades. Un problema, porque es un problema real, que padecen especialmente los jóvenes, lo que les impide su emancipación.

Indiscutiblemente, existen otro tipo de pobrezas, relacionadas con las emociones, con las capacidades, con el talento, que todos padecemos de un modo u otro, ya que la perfección no existe. Existen nuestros propios límites, nuestro empeño y trabajo, nuestra dedicación o nuestra inteligencia, pero eso es otro asunto. Las pobrezas a las que me refería anteriormente dependen de un elemento tan simple como esencial, el dinero. Tenerlo o no pueden trazar la trayectoria propia o a de tus hijos. Lo que no deja de ser una grandísima injusticia, porque eso nos señala que no todos parten del mismo lugar. Nos desgastamos y nos enzarzamos con frecuencia en otras discusiones, cuando lo verdaderamente importante es esto. Poder desarrollar nuestra vidas como deseamos, con las limitaciones que cada uno nos impongamos o no seamos capaces de superar, y llegar hasta donde queramos, deseemos o podamos. Pero siendo libres para escoger los diferentes caminos.

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