Tribuna de opinión
Juan Luis Selma
Día de la Inmaculada. Bendita sea tu pureza
Ojo de pez
Se preguntaba Luis Sánchez-Moliní en estas mismas páginas hace unos días dónde estaban los escritores, los periodistas, los dramaturgos, los académicos y la Consejería de Cultura ante la decisión unilateral del alcalde de Cádiz de retirar la placa de la casa natal de José María Pemán, en Cádiz. Y, bueno, supongo que la respuesta es sencilla: estaría cada uno a lo suyo, con el y de lo mío qué en ristre, encogidos los hombros ante cualquier cuestión ajena a ellos mismos. En lo que a los escritores y demás creadores de la cultura vivos se refiere, la política suele despacharse igual que con los muertos: quitando y poniendo placas en función del bando en que esté cada uno. Así que hay andarse con ojo y estar en el bando adecuado si desea uno que le caiga una dirección o alguna migajilla tipo conferencia en tal sitio. Resultaría oportuno analizar cómo el sectarismo general campa a sus anchas particularmente en el mundo de la cultura, donde los vetos por las razones más peregrinas son abundantes, así como los favores. Sin embargo, quería escribir aquí de otra cosa. Supongo que al alcalde de Cádiz no le gusta ver una placa en memoria de un escritor que, en sus palabras, contribuyó de forma "incuestionable en el Golpe de Estado y el régimen franquista". Pero no todo vale. Y no siempre corresponde hacer lo que te gusta.
Al alcalde de Cádiz, como a cualquier otro hijo de vecino, le puede molestar más o menos que Pemán fuera monárquico, ensalzara a Primo de Rivera y se llevara bien con Franco. Igualmente, su literatura puede gustar más o menos. El alcalde puede poner en la calle placas en memoria de quien considere oportuno, pero la ahora retirada rendía honores a Pemán por su labor como escritor, no por sus afinidades políticas. Y resulta que la labor de Pemán como escritor es digna de ser recordada por razones tanto literarias como históricas (sí, aunque nos parezca relamido, tradicionalista, engolado y todo lo que sus detractores quieran). Sucede igual que cuando, en pleno furor del procés, no pocos alcaldes catalanes retiraron el nombre de Antonio Machado del callejero: los ediles afirmaban no tener nada contra su obra, pero el poeta era para ellos un insoportable símbolo del españolismo, lo que nunca se puso sobre la mesa cuando le dedicaron calles y plazas en Cataluña. Todo obedece a la más mezquina revancha.
Cabe añadir que la placa de Pemán estaba en su casa natal, con lo que se trata de eliminar, parece, hasta la evidencia de que nació. Insisto, cada momento político tiene derecho a reivindicar a los suyos. Pero esto no significa alentar el olvido de los otros.
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