Crónica Personal

Pedro Sánchez y el Rey

Don Felipe ha demostrado que no le tiembla el pulso ante la adversidad, aunque eso suponga romper lazos con su padre

Pedro Sánchez sufre un ataque de monarquismo que no tiene sentido si se analizan sus actitudes, declaraciones y silencios respecto a la Corona, así como el trato que dispensa al rey Felipe.

No ha pronunciado una palabra de apoyo a la monarquía ante las muchas agresiones verbales y de cartelería sufridas por la institución, la mayoríaprotagonizadas por dirigentes y seguidores de partidos que apoyan a Sánchez; tampoco se ha inmutado el presidente ante las declaraciones hirientes de Pablo Iglesias y de sus acólitos. Hirientes no por su republicanismo, que en su derecho está el vicepresidente de sentirse republicano, sino porque en algunos casos eran insultantes y mendaces, además de inconstitucionales. Tampoco ha desaprovechado ocasión el presidente de intentar ningunear al Rey para que no acudiera a actos en los que se esperaba su presencia, como a la inauguración de la cumbre climática de Madrid hace unos meses. O cuando, queriendo hacer de menos al Rey, para acudir al homenaje mañana a las víctimas del Covid es el presidente el que invita a un acto "presidido por el Rey", como dice la tarjeta, en lugar de lo que marca el protocolo.

En ese insólito e hipócrita ataque de monarquismo que afecta a Sánchez, el presidente pretende mostrar una inquietud exacerbada por el futuro de la monarquía ante el comportamiento personal del rey Juan Carlos, con una portavoz, la ministra Montero, que ha celebrado las "medidas futuras" que pueda tomar don Felipe para potenciar la "ejemplaridad" de la Corona. Que hable este Gobierno de ejemplaridad ya tiene su aquel, no sólo por mantener en una vicepresidencia a un personaje como Iglesias sino que el propio Sánchez falla en ejemplaridad cuando hace de la mentira virtud, no distingue entre lo público y lo privada y utiliza las instituciones en su propio beneficio.

El Rey Felipe sabe muy bien qué debe hacer, y su padre, devastado por el daño que ha hecho a su familia y a la Corona, es consciente de que su hijo tomará decisiones muy dolorosas pero que él está dispuesto a acatar. Todo ello sin necesidad de que intervenga el Gobierno, medie entre padre e hijo o sugiera iniciativas para neutralizar a don Juan Carlos.

Don Felipe ha demostrado que no le tiembla el pulso ante la adversidad, aunque eso suponga romper lazos con su padre. Y el rey Juan Carlos sabe que toca pagar por los errores cometidos, y lo va a hacer sin necesidad de que ni Sánchez ni nadie de su equipo se pongan a la tarea. Sólo faltaba que un presidente tan poco respetuoso con la Corona, pretenda imponer la fórmula para salvar el prestigio de la Corona.

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