La gloria de San Agustín

Rafalete

Oro verde

Mi padre, mucho antes de que se pusiera de moda y digan que es hasta bueno para ponérselo en la cara, era el defensor más grande que he conocido del aceite de oliva

Aceite de oliva.

Aceite de oliva. / El Día

Mi padre, mucho antes de que se pusiera de moda y digan que es hasta bueno para ponérselo en la cara, era el defensor más grande que he conocido del aceite de oliva. Salvo algún churrito de vez en cuando, yo no le recuerdo desayunar otra cosa por las mañanas. Y mientras más verde fuera y mientras más le picara en la garganta, más le gustaba.

Mi padre compraba el aceite por garrafas, que se iba con un vecino en el Cuatro Latas que tenía, y venían cargaítos, con aceite para unos pocos meses, una auténtica barbaridad. Se iban cerca de Montoro, a una almazara que conocían, y eso ya era una auténtica excursión, porque echaban el día entero. Traía de dos tipos, uno más de guisar, para la comida, y otro para las tostadas y las ensaladas, que parecía más miel que aceite, y que solo se diferencia por el color, y por el sabor, claro. Aunque a mi padre lo que realmente le gustaba era hacerse un joyo, utilizando una buena telera, recién traída de la panadería que había en la calle Dormitorio, muy cerca de la Piedra Escrita.

Y también por las noches se preparaba unos huevos fritos con aceite y ajos fritos que eran una locura, que yo muchas noches le decía que me hiciera unos, y me ponía loco mojando sopas, una detrás de otra. Había días que con una telera no teníamos suficiente y teníamos que agenciarnos unas cuantas más. Estoy escribiendo esto con la boca abierta, que se me cae la baba de pensar en esos sabores. Vaya cosa rica.

Ahora el aceite de oliva, el que le gustaba más a mi padre, se llama de una manera muy rara que me cuesta pronunciar, y yo creo porque se me hace muy extraño llamarlo así. Con lo fácil que era lo de oliva virgen, o como lo llamaba mi padre, oro verde. Menudo el precio que ha cogido, pero tela, que ya mismo vamos a tener que pedir un préstamo para poder comprarlo. Otra cosa mala de que no llueva, las aceitunas no engordan y pasan estas cosas.

Por eso hay que cruzar los dedos para que este otoño nos caiga una buena y llueva de lo lindo, hasta que nos hartemos, que no pasa nada si tenemos que abrir los pantanos un rato, que será la mejor señal. En fin, que seguro vuelve a su precio, porque estas cosas son así. Que me acuerdo yo cuando me mandaba mi madre a comprar el café a un tostadero que había cerca de El Rescatado y hace cuarenta años costaba el doble que ahora, que anda que no se pasó gente a la malta, porque no podía pagarlo. Por eso, porque ya lo hemos vivido, seguro que pronto baja, como todo lo que sube.

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