Muebles Martínez

La pasada semana comenzaron a derribar el edificio; ya llevaba años vacío, finiquitado el negocio, que tal vez no supo resistir a la globalización mobiliaria

12 de junio 2023 - 00:15

Todavía recuerda Rafa aquel sábado, de los finales de los 80, en el que recogió a Lola para ir a Muebles Martínez. Acababan de firmar la hipoteca de su piso en Ciudad Jardín, 70 metros cuadrados con dos dormitorios, y tocaba amueblarlo. Tiempos austeros, ya habían liquidado los ahorros en notarios y demás, y tampoco podían permitirse grandes dispendios. “Con el dormitorio y el salón, tenemos suficiente”, no cesaba de repetir Rafa, mientras que Lola, como siempre, se mostraba más expansiva, y solía repetir su característico “ya que nos metemos…”. En Muebles Martínez encontraron un dormitorio (cama de matrimonio, cabecero, armario con cuatro puertas, dos mesillas de noche y una cómoda), el salón-comedor (mesa, un sillón y dos sofás, el mueble de la tele y dos librerías) y una vitrina y un recibidor, porque Lola, como casi siempre, acabó saliéndose con la suya. De aquellos muebles, Lola y Rafa aún conservan el armario y las mesillas de noche, el mueble de la televisión se lo regalaron a Laura, su hija mayor, cuando se independizó. Lijó la madera durante todo un fin de semana, y ahora es azul.

La historia de Rafa y Lola es muy similar a la de tantas otras parejas, familias y personas que en un momento de sus vidas se acercaron a Muebles Martínez. Un espacio que se dedicaba a vender muebles, con mayor y menor éxito a lo largo de los años, y al que muchos nos llegamos con temor, por si no nos alcanzaba el dinero, pero también con ilusión, porque hacerlo suponía que ibas a cambiar, en algo o mucho, tu vida.

Antes de que el gigante nórdico lo dominara prácticamente todo, hablo de clase media, claro, convirtiendo nuestros hogares casi en un mismo hogar y convirtiéndonos a todos en montadores y carpinteros no especialmente cualificados, Muebles Martínez, así como otros establecimientos similares, eran el punto de partida de muchas personas, especialmente parejas, en sus nuevas andaduras personales. De las veces que estuve en su interior, conservo algunas estampas que se mantienen intactas a lo largo del tiempo. Como en el gigante nórdico, recuerdo trifulcas furibundas, parejas al borde de la ruptura, por la elección de una mesa o una silla. Recuerdo, reproduciendo el peor rol de género, novios apáticos, como de “esto no va conmigo”, acompañando a regañadientes a novias eufóricas. Recuerdo parejas, metro en mano, sumando longitudes, y saltar de felicidad si el conjunto de marras les entraba en el dormitorio de los niños. También recuerdos profundas decepciones, claro. Recuerdo parejas acompañadas por los suegros, para disgusto de unos u otras, cruces de miradas cargadas de reproches y portazos a la hora de montarse en el coche.

Y recuerdo, porque yo las viví, terribles esperas, hasta ser atendido, y es que sentarte en una de aquellas sillas, y contarle al profesional de turno cómo querías o pretendías que fuese tu casa requería de tiempo. Hay que entenderlo. La verdad es que una tarde en Muebles Martínez daba para estudio sociológico, o para una novela, que abordaría todos los géneros, del romántico al negro, negrísimo.

Todo lo que empieza, dicen, tiene su fin. La pasada semana comenzaron a derribar el edificio que albergaba a Muebles Martínez. Ya llevaba varios años vacío, sin utilidad, finiquitado el negocio, que tal vez no supo resistir a la globalización mobiliaria, o cualquiera sabe los motivos. En los últimos años, cada vez que ha pasado junto a Muebles Martínez, he creído imaginar que en su interior permanecían intactos los ecos de sus días de gloria. Aquellos sábados, especialmente, donde muchas parejas comenzaron a convertir en realidad sus sueños.

Donde antes estuvo el extinto negocio, ahora vienen viviendas con piscina particular y zonas ajardinadas. Los días y sus cosas. El signo de los tiempos, y algunas otras frases ajo, por lo que se repiten, que vendrían muy bien ahora. Lo único cierto es que muchos de ecos permanecen, siguen estando en muchos de nosotros. Como todo lo importante, o lo que entendemos como tal, que sucede en nuestras vidas.

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