Movilizaciones de unos y otros

Sánchez ha demostrado ser un líder tan mediocre como tenaz, un gobernante nefasto

Son muchos los españoles que nunca han votado a un partido de izquierdas. En su mayoría, más allá del disgusto por una derrota electoral o por la eventualidad de la aprobación de medidas contrarias a sus ideas unas veces o a sus intereses otras, esos votantes afrontaban -afrontábamos- una victoria del PSOE como algo natural que no comprometía los valores básicos consagrados en la Constitución, no amenazaba la convivencia ni, por supuesto, ponía en peligro la unidad de la nación, de España entendida como comunidad de ciudadanos libres e iguales. Y en esto, por desgracia, llegó Podemos… Y después Sánchez.

Quien el viernes, con un cinismo y una prepotencia mitinera nunca vista en la rueda de prensa de un presidente del Gobierno español, convocó elecciones para el 28 de abril accedió al cargo no como consecuencia de la corrupción del PP -que ciertamente merecía castigo- sino basándose en el interés de populistas de extrema izquierda e independentistas en conseguir el caos y la desestabilización total. Sánchez tenía todo el derecho del mundo a querer ser presidente del Gobierno, pero conseguirlo mediante el alquiler de apoyos a golpistas y compadres de etarras lo convirtieron en un presidente inaceptable desde la ética democrática: no todos los apoyos son admisibles. Pese a tan lamentables credenciales, Sánchez se presentará ahora como el paladín de la izquierda frente a la pujanza de las derechas. Su relato, después de la sorpresa del resultado electoral andaluz, será simple y, salvo que analicemos la realidad desde la irresponsabilidad o la confianza excesiva, no deberíamos descartar que pueda funcionar: unidad y movilización de la izquierda, a la que tratará de persuadir con que el rechazo de los nacionalistas a sus presupuestos, no hacen sino demostrar lo falso que resulta decir que se ha postrado ante ellos. No dudo que habrá quien de buena fe compre esa mercancía averiada o quien, como Susana Díaz y su corte, colaboren en la difusión de las ideas de su íntimo enemigo.

Sánchez ha demostrado ser un líder tan mediocre como tenaz; un gobernante nefasto, un gestor incapaz pero, sin duda, intuitivo y con hábil control de los tiempos. Nadie, ni la mayor parte de sus votantes, negarán que es un político tóxico. Por el poder ha demostrado estar dispuesto a todo. Pero dicho esto, no es un político acabado: sólo la imprescindible movilización del centro derecha puede conseguir que lo sea.

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