Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Rusófilos
En tránsito
Es asombroso lo que va saliendo cada poco tiempo de la Factoría de Ficción de la Moncloa. Fijémonos en ese tal Koldo que fue detenido el otro día por los presuntos chanchullos en la compra de mascarillas. Un tipo fascinante, sin duda, que además tiene un cameo glorioso en el Manual de resistencia de Pedro Sánchez: el tal Koldo –antiguo portero de club de alterne, aizkolari, guardaespaldas, chófer y chico para todo, además de dos veces condenado por agresiones– fue la persona que tuvo que encerrarse a dormir con los 57.000 avales que había reunido el Invicto Caudillo Sánchez para su operación de retorno a la secretaría general del PSOE. ¿Es normal que haya que colocar a un antiguo portero de discoteca a custodiar los avales? ¿De qué enemigos los estaba protegiendo? ¿Narcos? ¿Illuminati de Baviera? ¿Extraterrestres? Imposible saberlo. Pero ahí tenemos al bueno de Koldo durmiendo como un perro guardián para custodiar los avales del jefe. Esa imagen de insólita lealtad debería enseñarse en todos los colegios: aprended, querides niñes.
Por fortuna, el fiel Koldo fue recompensado: llegó a ser asesor del ministro de Transportes –un ministerio con un presupuesto de 10.000 millones de euros–, y luego fue nombrado consejero de Renfe Mercancías (imaginemos el sueldo). Y todavía hay quien dice que el mérito y el esfuerzo no tienen recompensa en esta cruel sociedad neo-liberal. ¿Es que nadie se ha fijado en el buen Koldo?
Por lo visto, el buen Koldo no era persona que se conformara con “un buen pasar”, como recomendaba don Pío Baroja a los escritores jóvenes. No, el buen Koldo quería más. Y de ahí que se metiera en ambiciosas operaciones de know-how en materia de comercio internacional. Si tenemos en cuenta que uno de sus jefes –Santos Cerdán, tercera autoridad del PSOE– es mantenedor industrial especializado en refrigeración, y que el otro jefe –José Luis Ábalos– es maestro de primaria, no es de extrañar que un portero de discoteca (bueno, la llamaremos así) pudiera llegar tan alto. ¡Será por falta de cráneos privilegiados! Así que la historia de Koldo es uno de esos motivos de orgullo que nos llenan de satisfacción a las personas que poseemos una inquebrantable conciencia progresista. Todos sabemos que el buen Koldo ha estado siempre ahí, en lo más alto, jugándose el tipo por todos nosotros. Alabado sea.
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