Por montera
Mariló Montero
Y ahora, dónde vamos
Puntadas con hilo
El ego suele jugar malas pasadas y, a veces, hay gente que se cree muy importante simplemente porque ha triunfado en algo, en lo profesional o en lo personal, o porque destaca sobre la media y piensa que eso les hace únicos. Sin que sea del todo falso, no conviene creérselo demasiado porque la gran verdad es que todos somos prescindibles, en todas las facetas de la vida, aunque suene cruel. Más aún en la política, sujeta a una alta volatilidad. A muchos sorprendió que el alcalde de Sevilla argumentara en un debate municipal donde la oposición que le apremiaba a dejar su cargo para dedicarse a la vida orgánica de su partido y a su carrera hacia la Presidencia Junta de Andalucía que aún era imprescindible en el gobierno local.
El apunte es un error que, más allá de lecturas políticas que tiene, invita a una reflexión más general. Nadie escarmienta en cabeza ajena pero, demasiadas veces, tampoco en la propia. Después de una tragedia, la vida sigue y ahora que vivimos en esta pandemia dramática deberíamos tomar conciencia de ello y aparcar ese exceso de responsabilidad y continuo concepto de sacrificio que nos limita en el día a día. No hace falta tomar unos días de vacaciones, que para todos son necesarias pero para muchos inasequibles, para disfrutar de la vida. La felicidad no está sólo en las postales y los homenajes gastronómicos que muchos pasean por las redes sociales, sin pudor alguno, de forma obscena incluso.
La mejor forma de cuidarse es no aplazar aquello que deseas hacer, puede ser un pequeño capricho, un cambio trascendental o uno de esos ansiados viajes cancelados por la pandemia y que todavía muchos se resisten a retomar sencillamente por miedo. Aunque reconocer este temor, razonable, sea para algunos un tabú que los hace sentir débiles antes el sufrimiento.
Cuando el final acecha muchos entienden que para saber morir hay que haber sabido también vivir. Por eso en el lecho de muerte hay quienes hacen planes a sabiendas de que ya no podrán cumplirlos, como si de esa manera pudieran saldar esa deuda. Es ahí cuando todo se relativiza y se entiende qué es importante y qué no de verdad. Y la existencia se dignifica.
En este último año y medio todos hemos sumado razones para detenernos un segundo y pensar que lo realmente imprescindible es disfrutar de la vida que nos ha tocado vivir. Porque, aunque eso de todos somos reemplazables suena a mercadotecnia y a recursos humanos mal gestionados, todos tenemos un posible recambio. No es posible parar el mundo para bajarse de él, pero sí cambiar de rumbo.
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