Imposiciones morales

La alternativa es sin duda aquel sistema moral en el que no hay código único impuesto

Desde los primeros tiempos el hombre tuvo miedo del rayo y del trueno. Pasado mucho tiempo y, tras bastantes vicisitudes, impulsadas por gente interesada en mantener la situación y la creencia, llegó el conocimiento y se supo que éstos eran fenómenos naturales y no la expresión de sentimientos, por lo general de ira, de dioses ocultos. Hoy apenas quedan dioses ignotos y ya hemos determinado el marco y la dirección para clarificar cómo se desenvuelven los comportamientos de la naturaleza… Pero queda sin embargo un extensísimo mundo de fenómenos sociales, que no son caprichos de extrañas divinidades y que los hombres se esfuerzan por averiguar sus causas pues arrojan zozobra sobre el futuro.

Y aunque, sorprendentemente, también haya quien en estos tiempos derrame toneladas de ideología en el ámbito de la ciencia, siguiendo esa tradición arriba mencionada que desde el principio intentó colapsar como fuera los intentos de liberarse de esos dioses extraños, es en este punto, a la hora de tratar de interpretar esos movimientos citados, donde surge el debate y la discusión. Y lo es porque, de la exegesis y comprensión que se den a estos fenómenos, dependen los códigos de comportamientos y, en consecuencia, los adoctrinamientos, que después se transforman en códigos de poder y recopilación de beneficios.

De ahí derivan las dictaduras morales (efectivas, intentadas o añoradas, según la situación social y política del momento), aquellas que tratan de imponer un pensamiento exclusivo sobre lo que es bueno y malo y lo que hay que premiar o castigar. Y así no hay manera de avanzar en una convivencia siquiera básica. La alternativa es sin duda aquel sistema moral en el que no hay código único impuesto sino que se acepta, y hasta se estimula, la existencia de diversas respuestas a las cuestiones morales porque se entiende que esa pluralidad es un valor en sí mismo y una forma de enriquecimiento ético colectivo. El debate político de ahora, como siempre, sin duda exige por ello pluralidad de opiniones, pero, tratándose de valores ignotos, cual dioses, valores reales o construidos artificialmente, hay que evitar la descalificación absoluta porque, si no, es caer en una dictadura moral de muy bajo tono. La convivencia de gentes y de pueblos exige respeto también para quien no quiera victoria/derrota sino acuerdo de solución. Y el valor e interés está precisamente en eso.

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