Dizque por la autoridad religiosa competente se han cursado las oportunas instrucciones para la beatificación de un hombre muy conocido, muy querido y hasta adorado (en algunos casos) por mucha gente. Aludimos, obviamente, a la persona con cuyo nombre encabezamos esta publicación.

La condición de hermano, que anteponemos al referido nombre, le viene dada por su pertenencia a una institución religiosa: la Orden Hospitalaria San Juan de Dios. Organización internacional sin ánimo de lucro que presta una pluralidad de servicios, imprescindibles todos ellos en el complejo mundo que nos ha tocado vivir. A saber: hospitales, centros de salud mental, centros para personas con discapacidad…

Como dejamos indicado, por la autoridad eclesiástica se pretende la beatificación del Hermano Bonifacio.

A tenor de la RAE -acepción 1 del DLE- beatificar es: "Declarar que un difunto, cuyas virtudes han sido previamente certificadas, puede ser honrado con culto".

En consecuencia, la beatificación formal se efectúa mediante un procedimiento de estricta naturaleza eclesiástica, que ha de resolver la autoridad religiosa en función de las virtudes que concurran en el difunto.

Nos resta, pues, por ver si en el extinto Hermano Bonifacio concurren las virtudes que el procedimiento al que aludimos exige.

Sobradamente conocido es un refrán que dice: "Algo tendrá el agua cuando la bendicen". Dicho en paladino: algo tendría el Hermano Bonifacio justificativo de los agasajos que le brindan sus muchos devotos y fieles seguidores.

Utilizar este espacio para relatar la obra social de dicho religioso nos resulta de imposibilidad absoluta por obvias razones de espacio disponible.

Ello no obstante, el autor de esta publicación tuvo el honor -y la suerte- de conocer el testimonio de sendas religiosas: la Madre Amelia Mayoral Sevilla y Sor Ana Torres García. También a algún que otro seglar. En su época, todos ellos tuvieron la oportunidad de relacionarse con el Hermano Bonifacio, también llamado limosnero, Fray Garbanzo y otros apelativos relacionados con su labor apostólica.

Con independencia de lo que tenga a bien resolver la autoridad eclesiástica, es lo cierto que -ya en la actualidad- la obra social del dicho religioso es tan evidente que no necesita ser probada, es de dominio público. En consecuencia -y para mucha gente- el Hermano Bonifacio tiene la condición de santo. Lo que implica, de facto, una beatificación y canonización sin más intervención que la popular.

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