Gracias, Rubiales

PP y PSOE-Sumar están de acuerdo en que debe dimitir ya. Un suspiro de concordia en plena discordia cainita

Quienes lucimos plata quemada en la cabellera, recordamos el juego que siempre han dado los presidentes de la Real Federación Española de Fútbol. El besucón y tocón Luis Rubiales, doctorado en finura y protocolo, no es nuevo en los históricos tejemanejes de la RFEF.

El periodista José María García mantuvo su batalla mediática con los presidentes Pablo Porta y José Luis Roca. Al famoso “Pablo, Pablito, Pablete”, el súper periodista de la noche lo denunció en un vídeo en el que demostraba que el dirigente hacía uso del coche oficial para pasear al perro (el chófer sacaba al cánido para que éste hiciera sus necesidades) y para llevar a su dilecta a la peluquería. A Roca, García lo llamó, entre otros ditirambos, “Pedrusquete”, “Pedrisquito” y “Catarata Roca”, aprovechando el apellido muy de los Los Picapiedra que gastaba el dirigente federativo y antaño diputado del PP en las cortes aragonesas. García lo denunció por cobro ilegal de dietas y estuvo a punto de entrar en prisión (fue salvado in extremis por un indulto). Más tarde vendría el largo mandarinato de Ángel María Villar (1988-2017). El último gran virrey acabó penando unos días en la trena acusado de corrupción (Operación Soule).

Tras el breve Juan Luis Larrea, Rubiales (nacido canario, pero hijo de Motril por adopción), fue elegido presidente de la RFEF en 2018. Desde el romántico beso de la pareja parisina captado por Doisneau en 1950 (resultó ser un posado fake al final), no ha habido beso más controvertido que el dado por Rubiales a Jenni Hermoso con ocasión del Mundial logrado por las españolas gracias a su coño (dicho sea, ya puestos, en posible lenguaje rubialesco). Los medios no dejan de mostrar el beso del machirulo, que oscila entre el machismo y alguna posible variante de agresión sexual. Vemos también una y otra vez el gesto de Rubiales en el palco, junto a la Reina y la infanta Sofía, llevándose las manos a su aparato para felicitar a sus chicas por la gesta. En otra nueva foto, Rubiales magrea y sostiene por el muslamen a la jugadora Athenea del Castillo. Mientras escribo la presente, el cargo de Rubiales pende de un hilo (o de un pelo, dado su caso particular). El sinfín de audios que lo delatan (el caso Supercopa Files), su tono impropio y bajuno o, ahora, la denuncia de un viaje a Nueva York acompañado por una mujer mexicana y al parecer pagado por la RFEF, han hecho posible, paradójicamente, el milagro español. PP y PSOE-Sumar están de acuerdo en que Rubiales debe dimitir ya. Un suspiro de concordia en plena discordia cainita. Algo es algo. Gracias, Rubiales.

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