Mensaje en la botella

Gracias, Amigo; adiós, Eisman

Una llamada a la redacción, de esas que no te esperas. Era Carmina. Con la voz entrecortada nos dio la triste noticia, Juan Carlos López Eisman nos había dejado. Poco pude hablar con ella, porque el dolor y la rabia me lo impedían. Se me vienen ideas, sentimientos, recuerdos de lo que Eisman querría si hubiera podido planificar este día tan triste. Seguro que me diría que su marcha es un tema menor, que no debería ser objeto de noticia alguna porque no reúne méritos para ello, pero que lo dejaba en mis manos.

No sé por dónde empezar. Eisman y yo coincidíamos en muchas cosas. Una de ellas es que el halago debilita, por lo que cuantos menos piropos y adulaciones, mejor. Hoy no le voy a hacer caso. El jueves estuvo en mi despacho. Hablamos de su próximo libro, que reunirá su 250 últimos artículos en el Día de Córdoba. Me dijo que ya estaba todo listo, que su hermano haría el prólogo pero que quería que, de nuevo, yo escribiera unas palabras como introducción. Tampoco se olvidó de recordarme, como hacía siempre, que "igual cualquiera día de estos os cansáis de mí, pero mientras me dejes, voy a seguir con los artículos". Le respondí que en nuestro periódico no puede faltar El acento, nombre de su columna, y que en toda caso tendría que ser él el que decidiera dejarnos. Luego hablamos de política, de la vida, de la familia... Se despidió como siempre, con un "no te molesto más que estarás liado", y antes de que pudiera responderle me espetó: "...y hoy tampoco te voy a hacer caso, bajaré por las escaleras".

No sé cómo definir a Juan Carlos López Eisman. Solo sé que es una de las personas más cultas que he tenido la oportunidad de conocer y un maestro del articulismo. Me dio muchas lecciones de vida y de tolerancia, además de consejos que jamás olvidaré. En sus Apuntes sobre el acento tuve el placer de escribir una breve introducción en la que le daba las gracias por todo lo aprendido en estos años y recordé sus relatos coherentes cargados de sensibilidad en ocasiones, de reflexiones lógicas y siempre con la esperada cita de Aristóteles, omnipresente en sus artículos. Me quedo con una de sus frases geniales: "¿Podemos imaginar simplemente qué ocurriría si en un momento dado todos y cada uno de nosotros empezásemos a decirle a todos los demás lo que verdaderamente pensamos de ellos, tanto lo bueno como lo malo? ¿No sería la guerra de todos contra todos? Afortunadamente un pacto implícito de silencio garantiza nuestras buenas relaciones y nos permite andar por la vida con cierto descuido, en la seguridad de que todos lo respetaremos". Tu acento permanecerá siempre en el recuerdo de los que te seguimos fielmente. Gracias por darnos tanto, amigo; adiós, Eisman.

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