Monticello
Víctor J. Vázquez
Un triunfo póstumo
Gafas de cerca
Supongo que nos pasa a todos: hay canciones que están tan dentro de tu santuario sonoro por algún motivo que, por ese mismo motivo -el amor por ellas-, no puedes escuchar en cualquier momento. No debes, o corres el riesgo de partirte un ratito el corazón. Sucede con ellas, además, que no les toleras sucedáneos, o sea, versiones. Hasta tal punto llega la fidelidad al original, y hablo por mí, que una canción de medio pelo de los Beatles -que las hay, aunque pocas- como With a little help from my friends me falta cuando escucho la afamada versión de Joe Cocker, que por todo esto me repele (aunque ya digo que el tema no es santo de mi gran devoción a los de Liverpool, en este caso a Ringo, su autor). Por causas que atisbo, pero no alcanzo a entender del todo, una canción de un tal B. J. Thomas llamada Raindrops keep falling on my head es una de esas que te puede dar la tarde y llenártela de tristeza, o bien llenarte de esa cara B de la felicidad que se llama nostalgia, haciéndote impagable el ocaso del día. Ha muerto esta semana, como sabrán, el cantante en cuestión.
La letra habla en primera persona de un mal día, de esa mala tarde que tiene cualquiera, donde nada va como debiera: "Las gotas de lluvia no paran de caerme en la cabeza (…) así que tuve unas palabritas con el sol, y le dije que no me gustaba su forma de hacer las cosas, dormido en el trabajo". Una preciosidad, aunque la traducción a bote pronto no valga para ser cantada en español (doble horror: traducir para versionar). Cuenta -eso es seguro- en lo conmovedor de esa canción que sobrevive a su autor el hecho de que otras dos preciosidades, en este caso de carne y hueso, van en bicicleta, rebosantes del dulce pájaro, que libres y amorosas sobreponen sus imágenes a la bonita voz masculina de B. J.: hablo de la inolvidable escena de Katharine Ross y Paul Newman en Dos hombres y un destino. Ya metidos en cine, "no puedo soportar tanta belleza", y hago mía la frase de aquel chaval excéntrico y atormentado por su padre de American beauty. Bueno, a veces, sí puedo. Me regalo toda esa belleza.
Pero seamos positivos, y toleren de nuevo la libertad al ponerla en español: "Hay una cosa que tengo clara: la tristeza que me manda la lluvia no me va a derrotar, es cuestión de tiempo que la alegría se acerque a saludarme". Todo en la vida es cuestión de tiempo. Sobre todo la muerte, que le ha llegado a este cantante de una sola canción, esclavo de ella a la postre. Gracias con el alma, B. J. Thomas, Paul, Katharine. Y a Burt Bacarach y Hal Davis, sus autores.
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