¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Pelotas, no; balas, sí
Crónica personal
Hoy el líder del Frente Polisario Brahim Gali comparecerá ante un juez de la Audiencia Nacional para responder por las denuncias que se han presentado contra él, entre las que se incluyen torturas y detención ilegal.
En Asuntos Exteriores dan por hecho que Gali declarará telemáticamente, pero no tienen la seguridad de que finalmente cambie de opinión. El hospital de Logroño donde continúa ingresado está cercado por medios de comunicación y, sin duda, por miembros de los Servicios de Información marroquíes, pendientes de los movimientos del dirigente polisario desde que llegó semanas atrás en un vuelo clandestino, con documentación y nombre falso, para ser atendido de coronavirus.
Ese viaje ha provocado una indignación en Marruecos de gravísimas consecuencias, que se visualizaron con la invasión de miles de inmigrantes marroquíes a Ceuta e intentos de entrar en Melilla, una operación impulsada por el Gobierno marroquí, que llamó en consultas a su embajadora en Madrid. La embajadora, muy cercana a Mohamed VI, multiplica las declaraciones en las que alerta sobre la intención de su país de tomar represalias contra España si no se entrega a Gali.
Hasta ahora no se han visto señales de que el Gobierno español sepa cómo encauzar la situación después de haber cometido el gravísimo error de autorizar el traslado de Gali a Logroño sin pactarlo previamente con el Gobierno marroquí, como se ha hecho en anteriores ocasiones con él mismo o con su antecesor. En el Ministerio de Asuntos Exteriores admiten que no tienen diseñado un plan para trasladar a Gali fuera de España sin provocar aún más tensión con Rabat. Se barajaba la idea de llevarlo a Argelia, el país que apoya al Polisario, pero esa decisión indignaría a Mohamed VI. Se mantiene al margen del problema a los embajadores españoles en Argelia y Marruecos, e incluso a la directora general responsable de las relaciones con los países del Magreb. Todo está en manos del jefe de gabinete de la ministra González Laya, que en tiempos pasados cumplió destino en Rabat, aunque no fue embajador. La sensación del personal de Exteriores es que el peso del caso Gali lo llevan los servicios de Inteligencia de España y Marruecos.
La ministra de Exteriores ha dado bandazos desde que tomó posesión, pero la torpeza con la que ha abordado el caso Gali en lugar de apaciguar ánimos en Marruecos ha soliviantado aún más a sus autoridades.
Con un agravante: para España es clave mantener unas relaciones aceptables con Marruecos. Por la colaboración en la lucha contra el terrorismo y la inmigración ilegal, y por aspectos militares y de seguridad del Estrecho que a nadie se le escapan.
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