Antonio Brea

Fractura social

A paso gentil

Tal ausencia de referentes morales compartidos dificulta la construcción de un proyecto de vida en común

04 de agosto 2023 - 00:00

Resulta a todas luces indiscutible que tanto el balance del reciente proceso de elección de nuestros representantes en las cámaras legislativas, como las reacciones posteriores, han vuelto a reflejar la simétrica división de los españoles en función de sus preferencias políticas.

Más allá de la engañosa dialéctica izquierda-derecha, las sociedades occidentales experimentan, en el terreno de las mentalidades, una acusada fractura entre quienes asumen la nueva antropología que ha reemplazado a la visión trascendente de la existencia y quienes, de forma opuesta, se mantienen fieles a una serie de valores tradicionales, desde perspectivas diversas y no siempre confesionales.

Los primeros, que tienden a ser amplia mayoría numérica, se consideran legitimados para transgredir los principios básicos en los que se ha sustentado durante siglos la civilización europea, ligados a cuestiones tan esenciales como el origen y finalidad de la vida humana. Dotados de un ardiente afán proselitista en sus planteamientos y actuaciones, supeditan el concepto del bien a un ideal de libertad personal, plasmado en un abanico de derechos contingentes que apenas tienen décadas de vigencia. Paradójicamente, son multitud quienes, alineándose con este tipo de posiciones individualistas, se perciben a sí mismos como izquierdistas, desde la más profunda ignorancia de la vocación solidaria y orgánica de todo socialismo genuino. Por el contrario, no son precisamente marginales los sectores del electorado de derechas que interiorizan esta filosofía, hegemónica en el hemisferio opulento. Incluso entre la clientela de las formaciones que en teoría enarbolan, de un modo más elocuente, las banderas de un nuevo conservadurismo.

Quedan, por tanto, en una actitud defensiva, los que aún se aferran al milenario código ético emparentado con el legado cristiano. Una lealtad que recibe como recompensa la estigmatización social, promovida por aquellos que moldean la opinión pública al servicio del imaginario contemporáneo. Menosprecio del que, de momento y en nombre del relativismo cultural, se libran esos otros disidentes del materialismo que son los musulmanes practicantes asentados en nuestros países.

Tal ausencia de referentes morales compartidos dificulta la construcción de un proyecto de vida en común, necesario soporte espiritual para la supervivencia de cualquier nación. Bien lo saben los gurús que predican un mundo sin fronteras, con fines que nos pueden llevar a la utopía o a la distopía.

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