Estamos cerrando el curso, los exámenes ya están hechos, las notas casi puestas, los packs de beca, birrete y toga agotados. Los grupos de madres echan humo, miles de imágenes de posibles regalos para la seño copan nuestra galería; tres pulseras y dos bolsos llegan a la final para sometimiento democrático de veinticinco madres que no tienen nada que ver, criterios éticos y estéticos dispares. Bimba y Lola y Aristocrazy oran porque el escrutinio se ponga de su parte, la balanza, el voto de calidad de la madre delegada. Entidades bancarias en alerta por la intensidad de movimientos en Bizum esta quincena. Media España tecleando la app del banco para la colecta de la mochila del profe.

Es junio y sin tener claro si las fotos de la orla se habrán hecho con ffp2, quirúrgicas o a pecho descubierto, volvemos al sabor del fin del curso. Lejos quedan aquellas conversaciones de septiembre sin dar un duro por el trimestre, apuestas a cierres en dos semanas. Y aquí estamos, retomando sabor a graduación. Ilusión, cierres de etapas, despedidas y alivio. El reconocimiento más absoluto a los profes, a los equipos directivos de cada centro, al curro incesante. A los coordinadores covid, a las enfermeras de seguimiento de los coles, a tutores de tutorías on line, a las conexiones, al esfuerzo multiplicado de cada docente. A toda la comunidad educativa por esos claustros en pantalón de pijama y esas reuniones inhalando alcohol. Gracias sinceras por regalarnos cuota de normalidad y llenarnos las mañanas de bendita rutina.

Llega el fin de curso también para las actividades extraescolares, a esos entrenadores de fútbol, tenis o baloncesto, a las seños de pintura, a las profesoras de ballet. A quienes no han dudado en dejarse los recursos y la piel para que este curso huela a normalidad por encima del desinfectante, por cargarlos de ilusión y motivación para que sigan creciendo con experiencias que tanto les aportan. A los de clases particulares, por arriesgarse, por no desaparecer, por hacer tanto bien.

Una mirada agradecida a la creatividad y la entrega de todos los educadores, porque siendo humanos, no han dejado margen al decaimiento. Porque nuestros niños, y no tan niños, han vuelto felices del cole, y conscientes como nunca de todo lo que el cole les da. Porque en la invulnerabilidad de los más pequeños, el riesgo de contacto y confinamiento era el riesgo de no poder ir al cole. Y cómo no, el aplauso más fuerte para ellos, que llegan al fin de curso sin quejas en su expediente y con sobresaliente en responsabilidad.

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