Feijóo no acaba de pillarlo

Feijóo carece de esa dosis de sangre y de maldad que le sobra a Sánchez cuando apela a los instintos más bajos

Alberto Núñez Feijóo se las prometía felices en la sesión de control al Gobierno y de nuevo terminó cariacontecido ante un Pedro Sánchez que se maneja como nadie en el barro, apelando a los instintos más bajos. Con la amnistía y con la trama del caso Koldo de fondo, Feijóo llegó a pensar que al líder del PSOE se le quitarían las ganas de salir a la calle por un tiempo. Pero quien terminó con el rostro desencajado fue él, porque cada vez que intenta ponerse a su nivel, en lugar de elevarse, pierde. Ni siquiera goza de esa dosis de sangre y de maldad que a su rival le sobra para presionarle como hacía Aznar en su día: “¡Váyase, señor González, váyase!”.

El líder del PP trató de golpear primero porque las mordidas del tal Koldo García afectan de lleno al Gobierno y, según los populares, incluso a la mujer del presidente. Pero lejos de noquear a su rival, provocó cierta ternura observarlo dando un rodeo –por no molestar– para mencionar los posibles vínculos de Begoña Gómez con la trama, a la vez que Sánchez le metía los dedos en los ojos. Hasta cinco veces le pidió la dimisión de Isabel Díaz Ayuso por los delitos fiscales de su pareja, al tiempo que le afeaba otra vez su amistad con el narcotraficante Marcial Dorado. Él intentaba no hacer sangre y Sánchez le castigaba sin piedad. El jefe de la oposición no termina de entender que con su fina ironía no va a someter a un caníbal de la política como es Sánchez, y que a su lado se parece a uno de esos misioneros dispuestos a evangelizar a los indígenas de Nueva Guinea y sus islas vecinas con la cruz y la palabra y que acabaron siendo víctimas de los papúes, que se los comían crudos.

Tras ver amenazada su esfera privada, el presidente le replicó con todo lo que encontró a su paso. No se recuerda un debate más bronco. Feijóo se presentó al combate confiando en las reglas del marqués de Queensberry para el boxeo moderno –guantes obligatorios y prohibición de los golpes bajos– y se encontró con una pelea callejera donde vale todo. El resultado ya se conoce. El popular apenas rozó al presidente y éste pasó a la ofensiva mordiéndole la oreja sin responder a una sola pregunta. No sólo se le escapó vivo: es que ni siquiera dio la cara por las fotos con su amigo Koldo. Un sudor frío recorrió la bancada popular, cuando los socialistas se pusieron las gafas 3D para disfrutar del espectáculo de baja estofa. Sánchez volvió a sonreír el último y el PP dejó escapar la ocasión para retratarlo. Desde que Cayetana Álvarez de Toledo dejó la portavocía, el PP sólo sabe sufrir en los debates. Quizá no esperaba Feijóo que Ayuso, con lo lista que es, no parezca enterarse de nada a su alrededor. Nadie es culpable por pasear con un maserati. Tampoco su pareja. Pero cuando tu dinero procede de comisiones obtenidas con la venta de mascarillas durante la pandemia, hasta Feijóo se queda sin palabras porque no termina de pillarlo.

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