Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Eternas flores de un día

Si a alguien escandaliza que en la misma pieza se mencione a Erice, las Ketchup y Arconada, le presento mis disculpas

El guardián entre el centeno es uno de esos asuntos que dividen a la humanidad; en este caso, a esa parte de los Sapiens que ha dado en leer la novela de J.D. Salinger. Una versión literaria de lo que se denomina “un grupo de un solo éxito” (One hit wonder). Por poner dos ejemplos, los exitazos de My Sharona de The Knack y, ya más de terruño, del Aserejé de Las Ketchup. Cabría estirar el chicle del mito escaso a los futbolistas de primer nivel que militaron en un solo equipo (One club man): Julen Guerrero, Arconada o unos pocos de vascos más. El libro del misterioso Salinger es objeto de amor o de rechazo; no suele provocar tibieza a quien lo lee. Pero decir “yo me he leído todo Salinger” es un pleonasmo –demasiado énfasis– porque se trata de “uno... o ninguno”. Lo escaso pasa por valioso. También es pasto de pedantería: todos conocemos a pioneros de logia que, cuando sus descubrimientos se popularizan, sufren alferecías, y buscan nuevas joyas minoritarias: “antes muerta que sencilla”. Título de una también memorable –adjetivo aquí irrefutable– canción de María Isabel. Otra flor de un día.

En estos días, ha obtenido gran éxito de crítica en el Festival de Cannes la última película –pero cuarta– del también vasco Víctor Erice, del que puedo decir sin temor a equivocarme que “en largometraje lo he visto todo de él”. Cinéfilo nada enciclopédico, me he conmovido con la nostalgia apenas contenida, la inquietante atmósfera visual, la intimidad dramática y el sereno estremecimiento que transitan por El espíritu de la colmena, El Sur y El sol del membrillo. Ahora se ha presentado su Cerrar los ojos: en plena zozobra del cine en sala oscura en la que callan los desconocidos, desperdigados, tendremos que esperar a septiembre para verla con los ojos de la fe en la belleza, la creación y el conocimiento. Si a alguien escandaliza que en la misma pieza se mencione a Erice, a las Ketchup, a María Isabel y a Arconada, le presento mis disculpas (no las más sinceras).

Mientras esto se escribe un domingo por la tarde, los canales dan películas con mujeres turcas que sufren por galanes turcos que están entre torero de época y melgibsons del Peloponeso, o telefilmes con hombres bobísimos que dan con una mujer brujísima que pone a las hijas de él en grave peligro; con navajazos a actores de reparto de por medio. Lo que pasa con estos productos de consumo narcótico es que te sabes el guion desde el parte meteorológico previo. Y así acaba uno con el cerebelo reblandecido. Pero ver lo contado de Erice o leer lo único de Salinger exige cierto valor, a estas alturas.

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