Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Estudiantes que son turistas

Las residencias de estudiantes en milla de oro y con parking huelen a turismo puro y duro

Para los impenitentes, los domingos necesitan periódicos de papel; y no uno, sino varios. Son séptimas de fiesta informativa, de plácida mañana que cursa con pereza sin culpa, cafés y quizá vermú y luego arroz; la mañana que antecede a la incertidumbre de la nueva semana que nos reta, periódicamente, en la vida. Hablo de periódicos que en pliegos de cuatro páginas se componen en cuadernos sin grapa, dirigidos a un consumo individual y abstraído, de resumen de lo que apenas vivimos de siete en siete jornadas, anclas lectoras del discurrir de las horas. Comparar las portadas de los diarios del último día es un placer que las ediciones digitales no propician tanto: la primera plana es una apuesta a la que se enfrentan las redacciones. Y lo es más en el día del domus, o sea, del Señor, o del que aspira a ser dueño -domus, también- de su tiempo. Tan fugaz y vertiginoso.

El domingo, anteayer, nos pudimos topar en la primera de dos diarios con noticias que uno conecta. Una, de El País, cuenta -con la dureza de un titular- que las residencias de ancianos son "un sistema opaco con escaso control", y que los familiares de los mayores se erigen "en los verdaderos inspectores". Otra, de esta casa, nos hace ver que las residencias de estudiantes, en un auge que en apariencia es incomprensible, regatean las normativas de los ayuntamientos ávidos de ingresos, y se constituyen en proyectos velados de hoteles en zonas singulares de las ciudades, laminando patrimonios urbanísticos que, opinen ustedes, deben ser protegidos, y no dados de rondó a promociones "para universitarios" que acabarán siendo establecimientos turísticos.

Estas dos portadas nos pueden hacer pensar en una dialéctica generacional: la eclosión inexorable de centros para jubilados frente al plan de negocio de viviendas para jóvenes, en las que subyace un negocio lícito... sobre el que los ayuntamientos ávidos y absentistas hacen la vista gorda. Pasando páginas con el dedo, la cruda realidad surge: se discuten -lo hizo el ministro de Seguridad Social, Escrivá, también esta semana- las pensiones de los baby boomers (que son, somos, viejos jóvenes). ¿Acabarán los pensionistas del futuro compartiendo casa con sus mayores, sus abuelos? ¿Serán los turistas nuestros nuevos pagadores del retiro, tras ser vestidos de estudiantes, de chavales que no necesitan dos sótanos de parking en los mamotretos en las nuevas millas de oro de los consistorios caninos? Son ensoñaciones de domingo, que ya a martes resuenan inquietantes.

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