Tomates y calabazas

Lourdes Chaparro

lchaparro@eldiadecordoba.com

Espíritu olímpico

Los Juegos Olímpicos son el sueño de los deportistas de cada país tras años de intenso trabajo y preparación

Un verano sin competiciones deportivas es algo improbable. Resulta impensable que en los meses del estío no haya una Eurocopa, un Mundial de Fútbol, de Baloncesto, el Eurobasket del año que viene, que también existe, el clásico del Tour de Francia y como colofón las Olimpiadas, que este año se celebran en Tokio y que han empezado este viernes. La cita en esta ocasión llega un poco desfasada, vamos, con un año de retraso por la pandemia, algo que probablemente se notará en el rendimiento de los deportistas. Entre toda la delegación española, hay seis cordobeses que ojalá hagan historia y regresen a casa con algún metal.

Los Juegos Olímpicos son el sueño de los deportistas de cada país y en los que intentan dar la mejor versión de si mismos y representar a su tierra patria tras muchos años de esfuerzo. No en vano, intentan demostrar su valía y hacerse un hueco en la historia mundial. Antes, haciendo un poco historia, se celebraban en la ciudad griega de Olimpia y los atletas competían en honor del dios Zeus. Las Olimpiadas son también la oportunidad de descubrir deportes poco usuales, desconocidos para el gran público o de escasa repercusión mediática, pero que suelen enganchar siempre que haya un español que lo practique y tenga opciones de subirse al podio. Por cierto, que al final siempre descubres que alguien lo conoce a la perfección y te causa sorpresa. Este año, además, debuta el Skateboarding. Habrá que ver esta nueva disciplina olímpica, sin duda, si los horarios lo permiten, que la diferencia con Japón ya se notó ayer cuando jugó la Selección Española de Fútbol a primera hora de la mañana y, por cierto, vaya debut.

Recuerdo que hace muchos años, una de las pruebas de acceso a la Universidad que tuve que hacer consistió en el desarrollo de un texto sobre las Olimpiadas y el espíritu olímpico, el del afán de superación, la deportividad y el sacrificio para cumplir una meta profesional, subirse al podio y lograr una medalla. Pero ese mismo espíritu olímpico se puede vincular al día a día de cualquier persona que al final de la jornada no recibirá ni un oro, ni una plata ni un bronce en forma de medalla, ni se emocionará al escuchar el himno de su país delante de millones de espectadores por la televisión, sino la satisfacción de haber hecho bien el trabajo y haber sabido sortear las dificultades para alcanzar la meta final. Todos nos merecemos una medalla cada día.

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