Esconderse en un campo

Vivimos en una sociedad envidiable que ha tenido un insólito paréntesis de paz y prosperidad en la historia

Veo en las redes sociales la entrevista que un reportero –no sé quién es– hace por la calle a los jóvenes que se cruzan con él. “¿Estarías dispuesto a luchar por tu país?”, pregunta el periodista. Las respuestas son casi todas unánimes. “¿Luchar por mi país? Ni de coña”, dice una chica. Otro chico dice que no está dispuesto a luchar por España ni por ningún otro país del mundo. “¿Para qué?”, pregunta en tono grandilocuente. Y otra chica responde que le encanta España –un país que identifica con las cervecitas y las risas en la calle–, pero por nada del mundo querría luchar por ella. “Si hay guerra, me escondo en un campito y me quito de en medio”, dice sonriendo feliz.

Es portentoso el desconocimiento de la realidad que revelan estas respuestas, aunque en el fondo nos confirman que vivimos en una sociedad envidiable que ha vivido un insólito paréntesis de paz y prosperidad en la historia del mundo. Nuestros abuelos y bisabuelos sabían muy bien lo que era la guerra: muchos de ellos perdieron a sus padres en el campo de batalla o asesinados en una cuneta. Albert Camus contaba que todos sus amigos del colegio en Argel eran huérfanos de guerra, igual que él, porque habían perdido a sus padres en la Primera Guerra Mundial. Y la experiencia dolorosa de la guerra determinó toda la historia europea del siglo XX. De hecho, si la Transición a la democracia en España salió bien, fue porque la mayoría de la población conocía de cerca el horror de una guerra. Sin esa memoria del hambre y del terror –compartida por los dos bandos–, nada de lo que ocurrió en los años 70 hubiera sido posible.

Pues bien, todo esto se ha acabado. Salvo personas muy ancianas, ninguno de nosotros tiene recuerdos vívidos de lo que supone una guerra. Algunos –los mayores– hemos oído hablar de la guerra, pero los menores de 40 años no tienen ni la más mínima idea de lo que significa vivir un enfrentamiento bélico. Por eso hay gente que cree que uno se puede retirar tan tranquilo a un campito cuando tu país entra en guerra. Habría que ver lo que dirían los palestinos de Gaza. O los israelíes que llevan viviendo una guerra detrás de otra desde 1948. O los ucranianos de ahora mismo. O los millones de personas que han conocido la guerra en África. Y no, no es posible esconderse en un campo si las cosas se ponen feas. Esta pasmosa ingenuidad nos va a salir muy cara.

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