La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Erice, un reencuentro

Medio siglo después de ‘El espíritu de la colmena’, el autor y sus lectores nos reencontrarnos en un cine

Así estaban las cosas cuando llegó Erice al cine español hace 50 años con El espíritu de la colmena, terminaba ayer. Los de mi quinta teníamos 21 años cuando fuimos al cine Imperial rompiendo nuestra costumbre, entonces generalizada entre los jóvenes aficionados, de no ver casi ninguna película española (repasen mi artículo de ayer y comprenderán por qué, aunque he de confesar que, con escándalo de mis cultos amigos, no me perdí ninguna de las de terror serie Z).

Erice cayó en el cine español como David Bowie en la Tierra en El hombre que vino de las estrellas o Ziggy Stardust. Un alienígena en el más literal origen latino de la palabra: alius (otro, diferente) y alienus (lo que no pertenece a un lugar). Nunca habíamos visto algo igual. Aún no habíamos podido ver las películas de Tarkovski, presentado en España ese mismo año 73 y el anterior en el festival de Benalmádena, que quizás nos habrían preparado para esta obra, inclasificable salvo que se recurra a cursilerías como poesía o lirismo visual.

Entramos en el Imperial bien dispuestos porque era una película de Querejeta, de quien solíamos ver cuanto producía. Salimos boquiabiertos. ¿Qué es esto? ¿Quién es este? Diez años después El sur volvió a dejarnos boquiabiertos, además de con alguna lágrima. Pasados cuarenta y cincuenta años ya no nos preguntamos quién es este, lo sabemos. Pero sus películas nos siguen dejando boquiabiertos y emocionados. Porque Erice sigue siendo una excepción, un caso único en la historia de nuestro cine, para mí el creador español más grande por más personal junto a Luis Buñuel (¡y solo con dos largometrajes de ficción!), quizás solo rastreable como inspiración en Tarkovski y como herencia en Terence Davies, Terrence Malik y Kiarostami.

La historia del cine tiene una deuda pendiente con el estudio de la recepción de las películas. Tenemos las críticas como valoración de los expertos y los datos de taquilla como la del público. Pero es difícil valorar qué supuso una película como El espíritu de la colmena para quienes la vimos en su estreno quedando a la vez sorprendidos, conmovidos y deslumbrados. El vértigo del descubrimiento, de ver por primera vez algo que no guardaba ninguna relación con nada, ni del cine español ni del internacional. Medio siglo después, él octogenario y nosotros setentones, nos reencontramos en una sala de cine.

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